Los bomberos son conscientes de que arriesgan su integridad, pero su misión es primordial.
Alarma, emergencia, incendios, rescate, sacrificio, vidas… Son solo algunos de los sustantivos que siempre surgen en la plática de un bombero. Su existencia dedicada al bienestar de los demás los convierte en héroes ejemplares, terrenales, de esos de los que un día cualquiera de nosotros podría recibir ayuda.
Emilio Velasteguí tiene 57 años de edad y 32 de ellos como bombero en Guayaquil, en los que se incluyen labores como paramédico, de operaciones contra incendios, en rescate vehicular, en rescate de altura… “Mi labor o tarea a diario es estar listo y preparado a cualquier llamado de la central de emergencias del Cuerpo de Bomberos de Guayaquil para prestar ayuda en todo tipo de eventos: incendios, accidentes con personas atrapadas en vehículos, rescate de víctimas en distintos tipos de eventos... Esto implica estar preparado física y emocionalmente para prestar ayuda efectiva a la comunidad y la ciudad que amo”, cuenta este guayaquileño que también realiza excursiones y turismo ecológico.
El currículum del bombero también tiene un apartado para los recuerdos dolorosos. “Muchos”, menciona, como queriendo resumirlos con congoja. Uno de los más dramáticos fue un accidente en la vía Perimetral: a un camión repartidor de cilindros de gas, al parecer, se le reventó una llanta. En el vehículo iba el conductor y su hijo de unos 7 años de edad. Cuando el chofer se alistaba para cambiar el neumático, la gata que servía de soporte al carro resbaló y el automotor aplastó al conductor.
“El niño, sin saber qué hacer, logró parar un auto que hizo la llamada de emergencia y fuimos en su ayuda. El niño nos decía: ‘Bombero, sácalo a mi papá que él es bueno y es lo único que tengo’”, recuerda. Entonces Emilio y un compañero bombero lloraron “por primera vez”.
Y paralelamente se refugió en la fe. “Pedí ese momento: ‘Divino Niño Jesús, en tus manos mi serenidad, rapidez para sacarlo con vida’”. “La imagen de ese niño jamás la olvidare”, asegura.
Emilio considera que ser bombero es una profesión única: “exponer tu vida para ayudar a otro, ser útil en momentos difíciles, dar solución a un problema, respetar la muerte, trabajar con el peligro…”
El sacrificio es una las exigencias vitales de estos héroes, hace hincapié Emilio. “No se pueden hacer planes para viajes o si de pronto a uno le toca guardia en Navidad, 31 de diciembre, uno tiene que estar, o cumpleaños de hijos, esposa”, dice.
Pero inmediatamente remata: “Cuando a uno le gusta y lo lleva en la sangre esto de ser bombero, lo complicado y lo sacrificado no se siente mucho, pues la esposa, novia, enamorada, lo conoce a uno como bombero”.
En 32 años de trabajo, el anecdotario de Emilio también contiene situaciones curiosas o hilarantes: en la vía a la Costa, un furgón había perdido pista y se había salido de la carretera, Emilio llegó para rescatar a las personas y entre ellas halló a una mujer de unos 40 años que se maquillaba y se peinada con entusiasmo en medio del accidente.
“Pensé que eran los nervios o estaba alterada. Cuando le digo: ‘Madre, venga que le ayudo para salir’, me dice: ‘Bombero, un ratito, déjame poner perfume, que tienen que estar la televisión y los periódicos y me van a tomar fotos y entrevistarme’”.
Emilio invitó a quienes estén interesados en seguir su ejemplo de trabajo, sacrificio y entrega a no dudarlo más e ingresar a las filas del Cuerpo de Bomberos de Guayaquil.
Valorar la vida
“Mi trabajo a diario significa sacrificarse por los demás, ayudar a quien no conoces, pero tratas de salvar vidas y bienes cuando hay un flagelo o accidentes, ahí estamos”, resume claramente, como si fuese una carta de presentación, Fausto Moreno, 40 años y con un vehículo al que alquila como taxi.
Fausto es riobambeño, tiene 7 años en el Cuerpo de Bomberos de Guayaquil y si hay algo que haya aprendido mejor que nada es a valorar la vida. “Sabemos que salimos a una emergencia, pero no sabemos si vamos a regresar”, destaca.
Entra entonces en un terreno que lo marcó, asegura. Fue una alarma por un rescate vehicular: un conductor, al parecer, se había dormido y terminó chocando el auto contra un árbol. El hombre, herido, quedó con su rostro desfigurado y el acompañante, que viajaba en la parte de atrás, murió, pues su cabeza quedó debajo del asiento.
Fausto también recuerda la impotencia que siente cuando las familias se quedan en la calle debido a los incendios en las casas. “Nuestra respuesta es inmediata, pero a veces, por lo lejos de la emergencia, se llega cuando ya está consumiéndose. Se logra apagar y recuperar lo que más se puede”, señala.
Con todos estos antecedentes, Fausto pide a todos tener presente lo “sacrificada que es esta profesión, sacrificas tu vida, tu familia”. Le agrega que “es riesgosa, pero muy linda y respetable la misión de ayudar a costo, a veces, de nuestra propia vida”.
¿Cómo combina el trabajo de bombero con el de la vida familiar? Fausto explica que un bombero hace guardia 24 horas y descansa 24 horas. “He tratado de mantener un hogar, pero dejar a tu familia pasando un día es muy penoso y, a veces, hay problemas porque no pasas en casa. Es sacrificado ya que en muchos casos hemos perdido el hogar”, menciona.
Fausto recuerda que en sus 7 años de experiencia en el Cuerpo de Bomberos de Guayaquil hay recuerdos muy simpáticos. Sus compañeros acudieron a rescatar supuestamente a un bebé dentro de una tubería de agua, “decían que lloraba”. Entonces rompieron paredes y demoraron muchas horas. Al final, se dieron cuenta de que no era un niño, era un gato que ‘lloraba’ como un pequeño. “Igual era una vida y se lo rescató”, sentencia con orgullo.
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