03 jun 2025 , 10:30

Noboa y el exprimidor de naranjas

   

Hace unos 17 años se hizo famosa una caricatura de Pancho Cajas, publicada en El Comercio. Rafael Correa sacaba el jugo de una naranja, comprimiéndola sin compasión.

Con esa idea se trataba de explicar un fenómeno propio de regímenes donde la política gira sobre un solo eje: el del presidente híper popular que coopta a figuras de otras organizaciones que, por cuenta de ellas, no tienen ya la posibilidad de competir y ejercer el poder.

Con la imagen del exprimidor de naranjas, Pancho Cajas caricaturizaba el penoso momento por el que, en ese año, atravesaba la Izquierda Democrática. Una diáspora inédita de políticos socialdemócratas vestidos de verde agüita, jurando lealtad al Mashi y su proyecto expansionista.

De la ID, conocido como el partido naranja, salió la mayor corriente de políticos tránsfugos rumbo a Alianza PAIS: Paola Pabón, Gustavo Baroja, Ramiro González, Diego Borja, Francisco Borja (hermano del expresidente de la República), Alfredo Vera, entre otros. A ellos se pueden sumar los demócratas populares, que bajaron un par de tonos a la camiseta que por décadas identificó al partido de la flecha verde. Entonces estuvieron Nathalie Celi, Carlos Vallejo, Ramiro Galarza o Jaime Estrada.

Socialistas como Hernán Rivadeneira, Érika Silva y Rafael Quintero o dirigentes indígenas como Ricardo Ulcuango o Pedro de la Cruz. Hubo roldosistas convertidos en correístas como Jorge Marún o gutierristas como Jorge Acosta, el presidente del Tribunal Supremo Electoral, quien lideró el operativo para destituir a medio Congreso Nacional y bajarse al Tribunal Constitucional, mientras se diseñaba el proyecto de Montecristi. Y qué decir de los socialcristianos, entre ellos Alexis Mera, el secretario jurídico, mano derecha de León Febres Cordero y luego personaje fundamental de toda la década correísta. Además, Marcela Aguiñaga fue una abogada destacada del bufete de Heinz Moeller.

¿A qué viene todo este cuento? A que ahora, con Daniel Noboa a la cabeza del Estado y del juego político, su liderazgo ha captado a un sinnúmero de figuras que hasta hace poquísimo tiempo militaba en varias tiendas.

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Del gobierno de Guillermo Lasso, por ejemplo, han surgido Niels Olsen, Irene Vélez o Adrián Castro. Del socialcristianismo: las hermanas Jaramillo, Esteban Torres, Andrés Castillo, la Prefecta de Esmeraldas y su alfil, el asambleísta Óscar Celleri. De la ID salió Wilma Andrade, actual embajadora en España.

Y, por supuesto, de la Revolución Ciudadana, la lista no ha dejado de asombrar: Fausto Jarrín, Marcela Holguín, Ferdinan Álvarez, Mónica Salazar, Fernando Yavar, entre otros.

Así como ocurrió hace 17 años, hoy no se han detenido las críticas a Noboa por desempacar el exprimidor de naranjas. Detrás de ello hay una lectura de pura acción racional.

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Si en el mercado político ecuatoriano (totalmente rentista y falto de escrúpulos) no hay opción de crecer en partidos, movimientos y frentes que se derrumban en picada como las tiendas de Lasso y Jaime Nebot, así como la del propio Correa, es de esperar que mucha de esa gente apueste por el número ganador. Es decir, esta vez, por ADN y el Palacio de Carondelet.

Así funcionan las reglas del mercado en la política ecuatoriana y eso no va a cambiar mientras no existan verdaderos partidos y ciudadanos activos que los preserven más allá de una desventura o triunfo electoral.

En el fondo, lo que vive el Ecuador es un vaciamiento de los valores democráticos y de las doctrinas con las cuales se administra este sistema. Desde esa perspectiva, el objetivo no es ejercer la política desde los conceptos y los valores, sino desde su sentido utilitario. En el mundo del populismo no importa cómo se piensa, sino como se actúa desde la cuota del poder.

Desde que en 2007, Correa enterró a la partidocracia y durante sus 10 años de vigencia, cientos de profesionales jóvenes se vincularon al Estado o hicieron política (en niveles medios e inferiores) con la Revolución Ciudadana porque era la dueña del espacio político.

Al parecer, con Noboa hay una transferencia de dominio y ahora él es el imán de centenares de personas entusiasmadas en trabajar por él. En ese sentido, si hace varios meses la gente se escandalizó porque Yavar, Jarrín o Mario Godoy colaboraban con este gobierno, generando suspicacias en el sentido de que había un pacto entre ADN y RC5 por debajo de la mesa, las cosas, en realidad, parecen ser menos truculentas y más funcionales.

Correa ya no es el líder de moda; lo es Noboa y a él han llegado personas como Diana Jácome o Carolina Jaramillo, que antes trabajaron para el gobierno de Alianza PAIS.

Así es nuestra política, o el país se va a olvidar de que Johana Pesantez, exministra de Correa muy cercana a Alexis Mera, fue la secretaria jurídica de Lenín Moreno, el presidente que “los traicionó”. Y claro, la esposa de Xavier Cazar, otra figura del socialcristianismo que caminó por las sombras, en absoluta comodidad, en esos gobiernos.

Casi dos décadas después, el ingenio de Pancho Cajas sigue vigente.

* La decisión del gobierno de reabrir el catastro minero, luego de que permaneció cerrado durante 17 años. Se trata de un registro que le permite al Estado otorgar concesiones mineras, un paso para la atracción de inversiones extranjeras en esa área. https://www.ecuavisa.com/noticias/politica/carolina-jaramillo-vocera-subsidios-tarifas-electricas-CE9431631
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