La Amazonía está próxima a entrar en un "catastrófico" punto de no retorno
La alarma fue prendida por el Panel Científico de la Amazonía compuesto por más de 200 expertos.
La Amazonía está en "código rojo" y sólo frenando su devastación se evitará que llegue a un punto "catastrófico" de no retorno en los próximos años, alertaron este viernes centenares de científicos en la COP-26.
Si se mantienen los actuales altos índices de deforestación, la degradación del suelo y los incendios que se han registrado en los últimos años, la mayor selva tropical del planeta podría alcanzar ese punto de inflexión antes del 2050, perder hasta un 70% de su vegetación nativa y convertirse en un área prácticamente desértica.
La alarma fue prendida por el Panel Científico de la Amazonía (SPA, por sus siglas en inglés), compuesto por más de 200 expertos de todo el mundo, y que este viernes presentó los resultados de una evaluación integral realizada a la mayor selva tropical del planeta.
De acuerdo con el científico brasileño Carlos Nobre, copresidente de SPA, las zonas más sensibles de llegar al punto de no retorno en este bioma se ubican hacia el sur de la Amazonía, desde Bolivia hasta el océano Atlántico, pasando por los estados brasileños de Rondonia, Mato Grosso y Pará.
Según explicó a EFE, se trata de un área de más de dos millones de kilómetros cuadrados -casi la tercera parte de toda la Amazonía y una superficie equivalente al tamaño de México- donde grandes porciones de selva pasaron a ser fuente de emisión de dióxido de carbono (CO2) en los últimos 10 años, contrario a lo que ocurre en la mayor parte de este bioma, que funciona como sumidero de carbono.
Esto se debe a que, en esa región del ecosistema, la época de sequía se ha extendido en casi un mes en las últimas dos décadas, ocasionando un aumento de la temperatura y la consecuente disminución de las lluvias.
Para este experto en calentamiento global, el cambio climático ha debilitado a la selva, que está perdiendo su capacidad de reciclar agua, aumentando los incendios y matando la vegetación típica de clima húmedo, un proceso que de no pararse puede convertirse en una "catástrofe".
"La selva almacena, abajo y encima del suelo, entre 150.000 y 200.000 millones de toneladas de carbono. Si el punto de inflexión se sobrepasa, y esto puede ocurrir entre unos 20 o 30 años, es probable que entre el 60 % y el 70 % de la selva se transforme en un ecosistema degradado", aseguró.
URGE RESTAURAR LA SELVA E INCENTIVAR LA BIOECONOMÍA
La cuenca amazónica y su bioma ocupa el norte de Suramérica y se extiende por ocho países (Brasil, Colombia, Bolivia, Ecuador, Perú, Venezuela, Guayana y Surinam), más la Guayana Francesa, que es un departamento francés de ultramar.
La devastación de la selva junto con los cambios climáticos tienen en jaque a este ecosistema que alberga el 10 % de la flora y fauna mundial, que desempeña un papel fundamental en la regulación climática y donde viven cerca de 47 millones de personas, de las cuales, 2,2 millones de indígenas.
Para los expertos del Panel, las intenciones no pueden quedarse en el papel. Es imperativo "actuar ya"; poner freno inmediato a la devastación en las áreas que se acercan al punto de no retorno; fijar la meta de cero deforestación para 2030 e implementar políticas eficaces de control contra los crímenes ambientales que fomentan esta problemática, como el comercio ilícito de madera y la minería ilegal.
Entre las principales recomendaciones del Panel están restaurar las extensas áreas que han sido devastadas con especies propias de la flora amazónica y acelerar la regeneración natural de la selva.
También es urgente incentivar el desarrollo de este ecosistema impulsando acciones de bioeconomía, como la explotación sustentable de frutos y plantas medicinales propios de la Amazonía que mantengan al bioma en pie y en la que participen las comunidades que habitan la región.
Una hectárea de un sistema agroforestal en la selva amazónica puede generar una rentabilidad por encima de los 1.000 dólares al año, muy superior a las ganancias entre 100 y 200 dólares, que dejan la actividad pecuaria y los cultivos de soja, respectivamente, según los expertos. EFE
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