27 may 2013 , 09:04

El matrimonio homosexual, un debate político más que social en Francia

La confrontación ha sido llevada a las calles con evidentes elementos de combate político.

 La controversia en Francia por la ley del matrimonio homosexual anima en el país una confrontación llevada a las calles con evidentes elementos de combate político mientras la sociedad gala parece asumir esa realidad con menos crispación.

 

La dureza de las expresiones de los contrarios al matrimonio entre personas del mismo sexo ha sorprendido sobre todo fuera de la Francia laica, república ejemplar para muchos como origen del concepto moderno de los derechos ciudadanos.

 

Y es que algo más de la mitad de los franceses (un 52 %) se declaran favorables a permitir el matrimonio entre homosexuales y sí se percibe una ligera mayoría (también del 52 %) de quienes no apoyan que ese reconocimiento se asocie con el permiso a adoptar por parte de ese sector de la población.

 

Pero al mismo tiempo, los últimos sondeos dan testimonio del cansancio que las manifestaciones contra la ley propaga entre la población: un 72 % de los consultados en una encuesta publicada este domingo piensa que ya es suficiente y que tienen que terminar.

 

De hacer caso a los sondeos, la fotografía que dan de la Francia real se acerca más a una progresiva tolerancia a esa nueva forma de matrimonio y de un mayor rechazo a la radicalidad que ha caracterizado el pronunciamiento callejero, fundamentalmente en París, de los opositores a la ley.

 

Y signo de la cierta distancia que se percibe entre una Francia que existe y la de los partidos políticos que rechazan la ley aprobada con los votos de la izquierda, mayoritaria en el Parlamento, vino justo el fin de semana desde Cannes, donde el principal trofeo del Festival Internacional de Cine, la Palma de Oro, se concedió a un filme sobre una historia de amor homosexual.

 

El festival cinematográfico, bien que escenario de un mundo irreal como puede ser el del séptimo arte, es un seguro termómetro de las tendencias sociales y artísticas de un país que sigue el evento como uno de los mayores acontecimientos culturales y sociales de Francia.

 

En un París que se preparaba para ver pasar las, de nuevo, multitudinarias manifestaciones contrarias al matrimonio gay, largas colas se formaron el fin de semana en el único cine de la capital que exhibía en primicia el filme "La vie d'Adèle" (La vida de Adèle), incluso antes de que fuera premiado en el festival.

 

Muestra de que la realidad se impone progresivamente y que en la centralista Francia no es París siempre quien da el ejemplo, la primera ceremonia de matrimonio entre personas del mismo sexo está prevista fuera de la capital, en Montpellier, el próximo 29 de mayo.

 

La fuerza exhibida por los manifestantes opositores al matrimonio gay en París se vincula más con la recolocación ideológica y estratégica de los partidos y corrientes del espectro político conservador, tras la salida del poder de la Unión por un Movimiento Popular (UMP, en la oposición).

 

Dividida en matices variados en cuanto al rechazo frontal de la ley -desde los llamamientos a la "desobediencia civil" para no aplicarla hasta el silencio, pasando por la promesa de que se derogará cuando vuelva al poder- a la UMP se le presenta el reto de compensar el ascenso del ultraderechista Frente Nacional (FN).

 

De nuevo hábilmente alejada del debate su líder, Marine Le Pen, quizás para evitar que los desórdenes públicos atribuidos a elementos ultras se asociaran al FN, casi solo se pronunció públicamente en este asunto en relación con el suicidio en la catedral de Notre-Dame de un conocido ensayista y opositor al matrimonio gay.

 

Para el líder de la UMP, Jean-François Copé, las manifestaciones han podido ser una excusa perfecta para encabezar una oposición popular y callejera al presidente francés, el socialista François Hollande, pero la unidad del partido ha sufrido.

 

Se ha resentido en particular en París, donde los conservadores pretenden colocar en la alcaldía a la exportavoz del presidente Nicolas Sarkozy, Nathalie Kosciusko-Morizet.

 

La también exministra, en una prueba quizás de que en su partido la oposición a la discutida ley es tan heterogénea como la actitud social hacia el matrimonio homosexual en el país, se abstuvo en la votación parlamentaria, y le han llovido las críticas por ello.  

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