Moss y Tracy estuvieron entre las últimas personas en ser transportadas en avión a un lugar seguro.
"Bien. ¿Cuánto tiempo te queda para mantenerte a flote?".
"No sé, tenemos las barandillas de estribor en el agua, estamos rodando, hemos absorbido una gran cantidad de agua", dijo Moss. "Todavía tenemos al menos 200 personas a bordo".
"Bien. ¿Cuál es tu posición?".
"Probablemente estemos a mitad de camino entre el puerto de East London y Durban".
"No, no, no, ¿cuáles son tus coordenadas?".
Moss no tenía ideas cuáles eran las coordenadas.
"No tengo rango. Soy guitarrista".
"¿Qué estás haciendo en el puente?".
"Bueno, no hay nadie más aquí".
"¿Quién está en el puente contigo?".
"Así que dije: 'Estoy yo, mi esposa -la bajista-, tenemos un mago aquí...'".
A Moss lo pusieron en contacto con dos pequeños barcos que estaban cerca del Oceanos. Le dijeron que encontrara al capitán y lo subiera al puente. Pero Moss no tenía idea de dónde estaba.
"Sabía que no estaría abajo porque nos estábamos hundiendo", dice. "Estaba haciendo controles regulares para ver dónde estaba el nivel del agua, y una cubierta debajo de nosotros estaba inundada".
Finalmente, Moss encontró al capitán, justo en la parte trasera del barco, fumando en la oscuridad. Moss explicó que necesitaban su ayuda, con urgencia.
"Él solo me miraba, con los ojos muy abiertos, diciendo: 'No es necesario, no es necesario'", recuerda Moss.
"Creo que estaba en un profundo, profundo shock".
Pedido de ayuda
Los dos barcos cercanos tenían solo un bote salvavidas cada uno, por lo que era poco lo que podían hacer para ayudar. Compartieron las coordenadas del barco que se hunde con las autoridades sudafricanas, que comenzaron a organizar una misión de rescate aéreo.
Mientras la tormenta continuaba azotando el barco, Moss y Tracy se sentaron juntos en la oscuridad, rezando para que la ayuda llegara antes de que fuera demasiado tarde.
"Creo que el barco se va a hundir y es muy probable que nos hundamos con él", le dijo Moss a su esposa.
Él y Tracy tenían una hija de 15 años, Amber, que había estado a bordo del Oceanos durante las vacaciones y había desembarcado unos días antes. Amber ahora estaba de regreso en un internado en Sudáfrica.
"Ella no puede perder a ambos padres", recuerda haber dicho Moss. "Hagamos lo que hagamos, tenemos que asegurarnos de que al menos uno de nosotros salga".
Rescate
Pasaron más de tres horas antes de que llegara el primer helicóptero de rescate y sobrevolara sobre el barco.
Dos buzos de la armada fueron llevados a la cubierta del Oceanos. Dijeron que necesitaban ayuda para sacar a todos antes de que el barco se hundiera, y Moss recibió un curso intensivo de cinco minutos sobre cómo manejar un puente aéreo en helicóptero.
"Recuerda, el arnés debe estar bastante apretado debajo de las axilas de las personas", le dijo el buzo. "Asegúrate de hacerlo bien porque de lo contrario se volcarán y se caerán, los matarás en la cubierta. Haz dos a la vez o nos quedaremos sin tiempo. ¿Si? Ve".
Un buzo de la marina fue a organizar el rescate en helicóptero en la parte trasera del barco y Tracy y Moss organizaron un segundo en la parte delantera.
Pero a medida que el barco se hundía cada vez más bajo las olas, la gente comenzó a saltar de la cubierta inclinada en pánico y tuvo que lanzarse un inflable rígido al mar agitado para rescatarlos.
Colgando en el aire del cable del helicóptero, las personas que Moss estaba tratando de salvar estaban siendo lanzadas contra partes de la nave por los fuertes vientos mientras eran arrastradas hacia el cielo.
No había forma de saber cuán gravemente heridos estaban y Moss perdió momentáneamente los nervios. Pero con tanta gente todavía a bordo, se dio cuenta de que no tenía más remedio que seguir adelante.
En total, cinco helicópteros se unieron a la misión de rescate, yendo y viniendo, llevando a 12 personas a la vez a un lugar seguro a medida que iba maneciendo y la oscuridad se iba disipando.
Exhaustos, Moss y Tracy fueron de los últimos en ser atados con arneses.
"Cuando volábamos sobre el barco, fue cuando realmente me di cuenta", dice Moss, "pude ver que el Oceanos estaba en una situación crítica. Se veían olas rompiendo sobre la proa donde habíamos estado rescatando a la gente".
Cuando el helicóptero que transportaba a Moss aterrizó en la hierba, los pasajeros del crucero corrieron hacia él cantando y vitoreando, y se acercaron para abrazarlo.
"Empecé a ahogarme y sollozar", recuerda Moss, "y luego colapsé".
Hundimiento final
El 4 de agosto de 1991, unos 45 minutos después de que la última persona a bordo hubiera sido transportada por aire a un lugar seguro, el Oceanos se deslizó bajo el agua.
Todos los que habían sido puestos en botes salvavidas fueron rescatados por los barcos que pasaban y sorprendentemente no se perdieron vidas.
Moss y Tracy, que ahora viven en Liverpool, Reino Unido, continuaron trabajando como animadores de cruceros durante muchos años. Incluso ahora, tres décadas después, Tracy prefiere no hablar sobre el hundimiento ni insistir en lo cerca que estuvieron todos de perder la vida.
Pero a Moss, a quien le han preguntado sobre muchas veces sobre esta historia, le resulta catártico hablar de ello. Él recuerda lo que sucedió con gran alivio.
"No soy invencible", dice Moss, "pero si puedo superar eso, puedo superar cualquier cosa".