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Quito, 23 de enero de 2025. La vicepresidenta del Ecuador, Verónica Abad, fue recibida en la Asamblea Nacional. API / HAMILTON LÓPEZ( )
La Vicepresidenta de la República tiene una semana para dilatar de la sanción del Tribunal Contencioso Electoral (TCE) con la que suspendieron sus derechos políticos por dos años. Este último trámite no cambiará la situación de Verónica Abad, pero hasta que todo quede en firme, el presidente Daniel Noboa prefiere no pedir licencia temporal e irse de campaña; ya solo quedan 18 días.
La historia tendrá a bien apuntar que en el Ecuador del siglo XXI aún se repiten las taras del pasado, en donde el principal problema político de un gobernante ha sido zanjar su enfrentamiento personal e incomprensible con quien escogió, libre y voluntariamente, como compañera de fórmula en los comicios de 2023.
Ha sido tan tóxica esta relación que alejarse de Abad le ha costado a Noboa el buen ritmo de su campaña, al punto que por ello su reelección aún es una interrogante.
Ha sido tan tóxica esta relación que alejarse de Verónica Abad le ha costado a Daniel Noboa el buen ritmo de su campaña, al punto que por ello su reelección aún es una interrogante.
En la primera vuelta, el candidato-presidente tuvo que, a saltos y a brincos, hacer proselitismo, mientras la mayor parte del tiempo estaba encerrado en sus funciones porque encargarle el poder a Abad era una línea roja que jamás quiso cruzar.
Esta es una de las razones que, con mayor peso, explican por qué la meta de ganar en una sola vuelta se desvaneció la tarde del 9 de febrero. Por lo tanto, a Noboa le resulta imperativo volcarse 24/7 en esta segunda vuelta para recuperar el tramo perdido. Y para ello, Abad tiene que dejar de ser el dique constitucional que lo impide.
La demanda de la canciller Gabriela Sommerfeld a la Vicepresidenta, por violencia género, resultó forzada y los opositores al Gobierno cruzan los dedos porque esto les genere algún desgaste.
Sin embargo, a estas alturas, una pelea que lleva más de año y medio en los titulares del país difícilmente generará inquietud en el electorado. La crisis entre Noboa y Abad, donde ella ha acumulado enormes pasivos por sus errores y expresiones, se volvió parte del paisaje.
Al candidato presidente le resulta menos costoso cerrar este capítulo, con altas dosis de maltrato a la Constitución, que dejar pasar más tiempo sin hacer campaña.
Si Noboa se reelige, el caso Abad terminará como un agrio episodio de nuestra historia que, por cierto, no está exento de demandas e indemnizaciones posteriores. Pero si pierde, ambos se irán a la casa, exhibiendo los resultados de una guerra personal que no le habrá llevado a ninguna parte.
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