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Al mirar el manejo de la crisis, derivada en un implacable cronograma de apagones, la respuesta parece ser no. El Presidente de la República luce reactivo, como ensayando decisiones al calor de esta grave coyuntura.
Su último anuncio, el envío de un paquete de reformas a Ley No Más Apagones para subir los techos de inversión del sector privado en proyectos de generación eléctrica hasta por 100 MW, es una muestra de ello.
Ojo, no se cuestiona esta nueva iniciativa legal; más bien debe ser aplaudida. Lo que llama la atención es que dicho proyecto surja como la muestra de un gobierno desesperado, no solo por la molestia ciudadana ante tantas horas sin energía, sino por las críticas que la opinión pública le ha hecho, precisamente, por haberse dejado superar por un problema que, desde el día uno de gobierno, debió tener toda la atención.
En el programa Políticamente Correcto de hace ocho días, la asambleísta de ADN, Inés Alarcón, decía que no era necesario presentar una nueva ley que solucione el gran problema de generación eléctrica.
Además, de los videos que Noboa subió a Instagram y TikTok, a inicios de su gestión, celebrando la aprobación de la Ley No Más Apagones (segundo proyecto urgente enviado a la Asamblea), se desprende que el Mandatario no tenía mayor conocimiento del grado de postración de nuestro sistema eléctrico y eso es cuestionable. Si él asumió el poder, el 23 de noviembre, en medio de apagones, lo lógico era que el tema tuviera toda la prioridad, más allá del ruido político de vender humo como si fuera algo espectacular.
El anuncio de hacer nuevas reformas, producido este fin de semana, obedece a la presión pública porque Noboa enfrente con rapidez la crisis eléctrica que se agudizará en el siguiente estiaje.
El timming político para que esta reforma pase en la Asamblea es positivo, porque ningún bloque querrá compartir con Noboa el desgaste que le ha significado tanto enredo, imprecisión y verdades a medias.
Tomemos en cuenta que, en tres semanas, Carondelet pasó de negar la crisis eléctrica a justificar apagones por fallas humanas, a decir que la crisis en el país era hídrica y, ahora, a señalar que la Asamblea le aprobó una ley patoja, pero que el Presidente no se tomó la molestia de vetar para mejorarla. Además, se ofreció no cobrar las planillas de luz de bajo consumo, a partir de diciembre (vísperas de la campaña electoral) cuando el problema de cortes arrancó tres meses antes. Todito mal.
Tampoco hay claridad a la hora de explicar todas las fallas logísticas que impiden que la barcaza alquilada genere mucho menos electricidad que los 100 MW ofrecidos.
Es de esperar que este golpe político, que de alargarse por la falta de lluvias puede hasta poner en riesgo la reelección de Noboa, genere algún aprendizaje dentro de Régimen. Por ejemplo, en temas petroleros que necesitan, urgentemente, ser atendidos para evitar que la producción colapse.
La única decisión positiva en materia de sectores estratégicos, que Noboa ha tomado, tiene que ver con el cambio en el Ministerio del Ambiente, con la llegada de Inés Manzano, quien domina el tema. El resto aún se ve como una gran improvisación.
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