Los nexos políticos que unen a la Revolución Ciudadana con la dictadura de Nicolás Maduro son tan fuertes que entran ya en el terreno de la autodestrucción.
Y como Ecuador está en campaña, la candidata presidencial Luisa González es la que se lleva la peor parte de una discusión agotadora y totalmente perjudicial en su afán de expandirse electoralmente.
No hay entrevista en la que los periodistas le pidan definirse: reconocer o no al régimen del dictador venezolano. La disyuntiva, incluso, llegó a niveles internacionales cuando Fernando del Rincón le insistió en que diera una respuesta para la cadena CNN en Español.
Luisa se ha negado a responder. Para ella, quien se supone es una demócrata y pelea una carrera presidencial en la que no le gustaría que le hicieran fraude, no es necesario hablar de Venezuela, pese a muchas de las aberraciones que ahí se cometen. No le quitan el sueño las detenciones arbitrarias, la diáspora constante de ciudadanos sin esperanza, los miles de desaparecidos y torturados en las cárceles de la dictadura, peor la corrupción o la penetración del narcotráfico.
Ella concluye en que como Ecuador tiene problemas de autoritarismo y pobreza, como si las proporciones abismales entre ambas naciones no fueran evidentes, hay que hablar solo de lo que pasa aquí.
La estrategia de González, en términos políticos, era inteligente: cansar a la opinión pública con la misma y la misma pregunta para ella evadirla hasta caer en un juego de suma-cero.

Sin embargo, la declaración visceral e impertinente de su líder acaba de complicarle la vida. Rafael Correa cree que hay que reconocer la legitimidad de Maduro y que no debe haber dudas de que él ganó las elecciones. En buen romance, para Correa no son válidas ni las decenas de miles de actas que exhibió la oposición ni los millones de venezolanos que salieron a las calles a reclamar la usurpación fétida del dictador.
De esta manera, y a menos que Luisa desautorice públicamente a Correa por impertinente, la línea de la política exterior de un eventual gobierno de la Revolución Ciudadana ha quedado clara: volver al grupo ideológico de Cuba, Nicaragua, Venezuela, Irán, Rusia, Corea del Norte y China, como ya nos acostumbró durante 10 años.
Luisa González podrá decirle al país todos los planes que tiene para un Ecuador próspero, pero pensar en el reconocimiento de una tiranía es mantenerse en el pasado que, precisamente, le impide romper los techos electorales que necesita para alcanzar la victoria.
Si Patiño, con el compromiso de liberar a Jorge Glas, ya le movió el piso, las declaraciones de Correa la arrinconan de forma descomedida. El expresidente es su peor jefe de campaña.
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