La vocera gubernamental: una oportunidad para Noboa

Carolina Jaramillo no tuvo un buen arranque en Carondelet como su nueva portavoz. Su respuesta ofensiva, en un trino, a un comentario del periodista Martín Pallares acrecentó las dudas sobre el grado de tolerancia que tendrá, precisamente, con el sector al que debe atender mientras ostente ese cargo.

Si el presidente Daniel Noboa no ha logrado tejer una mirada institucional sobre el rol que juega la prensa en un sistema democrático, es de esperar que la incorporación de una vocera en su gabinete busca, precisamente, avanzar en ese sentido.

En el despacho de Jaramillo se reconoció que los insultos a Pallares estuvieron demás y que, sobre todo, se redactaron con cabeza caliente, sin ser consciente de que un funcionario gubernamental está en la mira del escrutinio público y debe soportar las críticas que le formule la prensa. Esa es una máxima de la democracia occidental y sería una lástima que el país vuelva a discutir los temas que hace ya 12 años lesionaron la convivencia nacional y destruyeron la imagen de Rafael Correa y el correísmo.

Por eso es de esperar que la nueva vocera evite el retroceso y permita que la información oficial fluya con mayor agilidad, entendiendo los tiempos de la prensa. No solo eso. A Jaramillo también le competen los ejercicios de interpretación, orientación y canalización adecuada de los mensajes y la agenda de todo el gobierno.

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Y como el trabajo, por el estilo de Noboa, será vertiginoso, no cabe perder el tiempo en crear enemistades del régimen con tal o cual periodista.

Precisamente, aquí hay un desafío por superar. El presidente Noboa y su gabinete han sido herméticos en la información de su trabajo. Y cuando han comunicado han sido selectivos. Ciertos medios, ciertos periodistas, ciertos formatos, donde no haya preguntas incómodas que creen olas innecesarias.

Jaramillo tiene la oportunidad de reorganizar un esquema de comunicación que funciona en campaña electoral o para posicionar imágenes con criterios aspiracionales.