La noticia del día aterriza en Chile para comentar el triunfo de José Antonio Kast y, con ello, el regreso de la derecha. Enseguida, se viralizaron mapas de la región pintando de rojo los regímenes que permanecen en la izquierda y de azul a aquellos donde hoy gobierna la derecha.
¿Cambios integrales de época o un simple efecto pendular según el desgaste de los gobiernos salientes?
Esta discusión ha apasionado y polarizado a los latinoamericanos por décadas, pero siempre se quedará corta si no se incorporan otros elementos clave para entender qué ocurre realmente en el continente.
Hace unos años, varios analistas dejaron de hablar de derecha e izquierda para enfocarse en democracias o autoritarismos, estos últimos sostenidos por estructuras populistas que aún perviven en la región.
La aspiración entonces era clara: salir de liderazgos que buscaban perpetuarse en el poder y apostar por la alternancia, las libertades públicas y la fiscalización.
Hoy esa discusión parece superada. La era de los telepresidentes se esfumó junto al boom de los commodities, devolviendo a los mandatarios a un escenario de alta impopularidad.
El clivaje actual es otro. La ideología pierde centralidad, frente a la necesidad de gobiernos eficientes que respondan a las demandas ciudadanas y logren hacer funcionar al Estado sin despilfarro.
En síntesis, se trata de países que apuesten por sus instituciones. Por eso sorprendió que en Chile Gabriel Boric felicitara a Kast, pese a sus profundas diferencias ideológicas.
Cuando se gobierna, ya no importa tanto cómo se concibe la política, sino qué tan bien operan el Estado y sus instituciones.
Kast tendrá ahora la obligación de gobernar con responsabilidad desde la derecha liberal, como otros lo intentan desde la izquierda, entre ellos Lula en Brasil.
Las ideologías dejan de ser urgentes cuando sirven a la sociedad. Lo prueban tanto la recaudación fiscal de México como el intento de rescate económico en la Argentina de Javier Milei.
Hay derechas institucionalmente exitosas e izquierdas profundamente desastrosas. La diferencia está en el pragmatismo al administrar los recursos públicos.
Ese es también el reto de gobiernos como el de Daniel Noboa en Ecuador, que aún debe cumplir promesas y mostrar resultados.
Ahí está el verdadero sentido de la excelencia.
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