Lo que parecía una iniciativa más de las tantas que han fracasado en episodios anteriores, hoy ha tomado cierto vigor. El Alcalde de Quito debe mirar con absoluto cuidado el proceso de revocatoria de su mandato, porque hay al menos tres condiciones que podrían remar a favor de esta.
1.- El triunfo arrollador de Noboa en la capital. El mandatario venció al correísmo con un 68,3 por ciento en el distrito norte; con el 61,2 en el centro y sur; y, con el 59 por ciento en las parroquias rurales. Las elecciones del 13 de abril constataron el profundo descontento de los quiteños hacia la Revolución Ciudadana. Es una percepción que se acentúa cuando en la papeleta, los electores solo tienen que escoger entre dos opciones: a favor o en contra de dicho proyecto político.
Como en los últimos comicios seccionales, la disputa por la Alcaldía se ha fraccionado tanto, las opciones correístas de Jorge Yunda (2019) y Muñoz (2023) se impusieron porque bastó con que captaran el 21 o 25 por ciento de los sufragios.
De allí que si el CNE da paso a la revocatoria contra Muñoz, es posible que la mayoría de capitalinos apoye su salida.
2.- Fricciones en el Concejo metropolitano. La ruptura con el concejal aliado Wilson Merino, hace varios meses, es un indicador de que el Alcalde tiene hoy más dificultades para consensuar dentro del Municipio. A este edil, se suman voces muy críticas como las de Andrés Campaña y Sandra Hidalgo, que llegaron por la alianza PSE-Suma, o Michael Aulestia de Creo. En total, pueden ser hasta 12 concejales que Merino asegura que son de oposición, que ahora votan con fuerza en temas como los vecindarios alimentarios solidarios, dejando por fuera a la RC5. Es más, la fiscalización de aspectos más delicados como el mantenimiento del Metro o la compra de los nuevos troles han generado roces con el Alcalde. Dada la fragilidad de las instituciones, no es descabellado pensar que esas grietas se profundicen con el incentivo de la revocatoria. A río revuelto, ganancia de pescadores.
3.- La falta de una propuesta visionaria para la capital. No se puede decir que Pabel Muñoz sea un pésimo alcalde. Quito ha tenido otros muy malos: uno fue destituido. Pero la ciudad tampoco experimenta una transformación que la haga soñar con la gran metrópli de los Andes. Que compita con Bogotá, por ejemplo. Y aquí es donde quizás se haya perdido el más importante escudo para blindarse de una revocatoria que tiene un profundo componente político.
No hay una obra emblemática pensada para los nuevos tiempos. Las administraciones fluctúan entre el asistencialismo y la repavimentación de calles, mientras las fachadas están cada vez están más feas, destruidas. ¡Cómo se puede hablar de un Quito turístico si el enjambre de cables impide tomarse una foto decente!
El Metro no ha replanteado la dinámica de la movilidad. La gente sale de un tren de primer mundo para subirse en un bus que mata el aire porque a los transportistas no les interesa más que su parcela de poder económico.
Quito es un hub universitario y tiene los mejores hospitales del país. Nada de esto ha sido aprovechado. No hay una cultura de convivencia y buena educación. Y el amor a las mascotas no impedido que la capital esté sobrepoblada de perros y gatos callejeros, un mal que parece no tener solución.
No se habla de una ciudad monumental, embellecida, epicentro de las nuevas expresiones culturales o arquitectónicas. Y como nada nuevo se propone, da lo mismo, entonces, tener un alcalde u otro.
En fin, al Alcalde Muñoz le esperan semanas complejas en las que quizá la única manera para frenar “la revocatoria de los mamarrachos”, sea reinventándose él mismo. ¿Le alcanzará el tiempo?
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