El ecuatoriano Willian Pacho es pieza clave en un PSG que prioriza el esfuerzo colectivo sobre el marketing de camisetas y cuyo premio es disputar el título de la Champions League.
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El ecuatoriano Willian Pacho en los festejos del PSG, clasificado a la final de la Champions League tras vencer al Arsenal.( )
Por años, el París Saint-Germain fue símbolo del despilfarro en el fútbol moderno. Contrataban galácticos como quien llena un álbum de figuritas: Zlatan, Neymar, Messi, Mbappé. Pero cuando llegaban las noches grandes, se desvanecían.
Hoy, sin nombres rimbombantes y con una base joven, el PSG ha llegado a una nueva final de Champions League. Y lo ha hecho con una apuesta que, para nosotros en Ecuador, tiene un sabor especial: Willian Pacho es parte de este proyecto transformador.
Sí, nuestro Pacho. El esmeraldeño que debutó en Independiente del Valle, que demostró carácter en Bélgica con el Royal Antwerp y luego en la Bundesliga con el Eintracht Frankfurt, es ahora una de las piezas clave en un PSG que prioriza el esfuerzo colectivo sobre el marketing de camisetas.
Luis Enrique apostó por un equipo hambriento y trabajador, y en esa ecuación encajó un ecuatoriano con perfil bajo pero rendimiento alto.
La victoria contra el Arsenal, en un Parque de los Príncipes encendido, certificó la revolución parisina. Un equipo que ya no juega para una estrella sino para el escudo.
Donde antes veíamos a figuras caminar por el campo esperando brillar con una jugada, hoy vemos a jóvenes de 20 y 23 años presionar hasta el último suspiro. Es una transformación de ADN, como bien lo explicó Marquinhos, el único “sobreviviente” de la era de las superestrellas.
Y en esa metamorfosis también hay una lectura para los clubes de Sudamérica.
La receta del PSG actual no es solo dinero (que lo tienen de sobra), sino una apuesta inteligente: talento joven, técnico con visión y una mentalidad colectiva.
Willian Pacho representa justo eso. Es un defensor de élite en formación, que ha escalado sin atajos, que no necesitó de flashes ni polémicas para ganarse un lugar en un vestuario de alto nivel.
Para Ecuador, ver a uno de los nuestros en una final de Champions, es un hito. Significa que nuestros futbolistas ya no solo son promesas; son realidades que seducen a los proyectos más exigentes de Europa. Lo hizo Moisés Caicedo, lo está haciendo Piero Hincapié, Pacho, y lo puede hacer toda una generación que viene con hambre de gloria.
La final de este año será la primera sin clubes de España, Inglaterra o Alemania desde 2004, cuando el Oporto se impuso al Mónaco en Gelsenkirchen. Para el PSG será la segunda de su historia, tras la derrota contra el Bayern Múnich a puerta cerrada por la pandemia el año 2020, en Lisboa.
Los parisinos se jugarán el título en Múnich, donde el Marsella ganó e 1993 la única Liga de Campeones del fútbol francés, precisamente contra la némesis del Inter, el AC Milan.
Para el actual campeón francés, el Inter de Milán, con su experiencia y jerarquía, será un obstáculo formidable frente a su objetivo de conquistar la Champions por primera vez.
Pero pase lo que pase en Múnich, el próximo 31 de mayo, el mensaje ya fue enviado: los clubes que quieren construir futuro deben dejar de fichar nombres y empezar a fichar convicciones. Y Ecuador tiene mucho de eso para ofrecer.
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