Visa Schengen, ¿quiénes son los responsables?
Ecuador, Colombia y Perú han sido países con serios problemas de desigualdad social, crisis política, olas migratorias y desafíos económicos inmensos. Por eso, durante una más de una década (entre 2003 y 2015), los ciudadanos de los tres países debieron tener un visado Schengen para poder entrar en el espacio europeo.
Todo comenzó con la gran ola migratoria que a finales del siglo XX se produjo en estos tres países andinos, a cuenta de la crisis económica y bancaria que golpeó a Ecuador, así como la guerra y la violencia que asolaban a colombianos y peruanos.
El boom económico que para entonces vivían países como España e Italia atrajo a millones de sudamericanos por varios años, hasta que la Unión Europea tuvo que regular esos flujos. En junio de 2003, dicho visado entró en vigencia. En 2009, la Unión Europea y los países de la Comunidad Andina, incluyendo Bolivia, optaron por avanzar en un acuerdo de integración sobre la base de un tratado comercial que, por supuesto, incluía un capítulo migratorio.
Eran los años del auge del correísmo y de las visiones dogmáticas en política exterior. Por eso, el canciller de entonces, Fánder Falconí, comenzó a cuestionar este proceso, asegurando no llenaba las expectativas de Ecuador, porque solo se hablaban de temas comerciales, dejando de lado lo fundamental: desarrollo y movilidad humana.
Para entonces, la Bolivia de Evo Morales ya se había separado del acuerdo, siguiendo las directrices de su gran aliado, el presidente Venezolano, Hugo Chávez.
Luego se fue Ecuador, dejando que Colombia y Perú firmaran el acuerdo con la Unión Europea, en 2012. Y, para sorpresa de muchos, un año después, en 2013, ambos países se beneficiaron del retiro gradual de la visa Schengen, que se concretó el jueves 3 de diciembre de 2015.
De nada sirvió que Correa, presionado por la crítica interna y por el debilitamiento del chavismo, firmara en 2016, a última hora, el acuerdo con la Unión Europea. Ecuador tuvo que adherirse, en gran medida, a lo que Perú y Colombia soberanamente negociaron en términos comerciales.
Además, los tiempos políticos cambiaron en Europa por la crisis económica interna y las grandes oleadas migratorias que se dieron hacia ese continente, desde África, Siria y otras naciones del Este. De esta manera, el Parlamento Europeo no pudo exonerar a Ecuador de la visa Schengen: la mejor política de movilidad humana a la que un país como el nuestro podía aspirar...
Si a este error de miopía diplomática le sumamos el deterioro de la relación entre Ecuador y Reino Unido que se produjo por habernos metido en el problema de Julian Assange, podemos concluir, que la irresponsabilidad del correísmo nos ha pasado una altísima factura a la hora de precautelar con madurez y pragmatismo los verdaderos intereses del Ecuador.
Ni la diplomacia de Lenín Moreno ni la de Guillermo Lasso fueron efectivas a la hora de avanzar con este trámite. Y lo más cerca que estuvo el país fue en 2022, cuando el Parlamento Europeo, a propósito del trabajo de una comisión, iba a dar paso a este pedido, incluyéndonos en el mismo expediente que Omán, Kuwait y Qatar. Pero este último país fue denunciado por un escándalo de sobornos, lo que tiró al piso todas las negociaciones.
Ecuador, por su parte, no ha logrado transparentar los procesos de requerimiento de visado que la Unión Europea exige para analizar una eventual exención. En buen romance, los ciudadanos mentimos con nuestra información bancaria y patrimonial, con lo cual hay un alto nivel de rechazo de visas. Si eso no cambia, no podremos aspirar a un ingreso libre al viejo continente que, además, ve cómo la violencia se enraíza en Ecuador. Así que la triste historia de la visa Schengen es la constatación de las pésimas políticas comerciales, migratorias y de fortalecimiento institucional que nos azota desde el capricho correísta del año 2009.