05 dic 2013 , 01:15

Sombrero de paja toquilla celebra un año de patrimonio inmaterial

Conozca más sobre esta singular prenda, que es muy cotizada en el mercado nacional e internacional.

Hoy, hace un año, el sombrero de paja toquilla ecuatoriano se sumó a la Lista de Patrimonio Cultural Inmaterial de la Humanidad, elaborada por la Unesco. Este reconocimiento es el segundo que recibe el país, pues el Patrimonio Oral y las manifestaciones culturales del pueblo Zápara fueron incorporados a la lista en 2001.

 

Se conoce que por sus condiciones climáticas, la ciudad manabita de Montecristi es la cuna ideal para el cultivo y elaboración de este producto, cuyo 10% de la producción se comercializa en el país y el 90% restante se exporta a varias partes del mundo, donde puede alcanzar valores de hasta 5.000 dólares, de acuerdo con su textura y acabados. No obstante, también se reconoce al cantón Sigsig, de la provincia del Azuay, como una ciudad productora del sombrero de paja toquilla, incluso en los alrededores de sus fábricas se encuentra uno real en tamaño gigante.

 

 

 

Elaboración

El sombrero de paja toquilla se teje con las fibras de una palmera peculiar que crece en las costas del Ecuador. Los agricultores del Litoral cultivan los toquillales y recogen los tallos a fin de separar luego la fibra de la corteza verde, hirviendo esta última para eliminar la clorofila y secándola después con carbón de leña y azufre para que se blanquee.

 

Con esta materia prima, los toquilleros comienzan el tejido de la copa y del ala del sombrero. Este proceso puede durar de uno a ocho meses, según su calidad y finura. 

 

Historia

La historia de esta singular artesanía relata que en 1845, el Gobernador de Azogues, Bartolomé Serrano, introdujo el arte de tejer sombreros de paja en lo que actualmente es la provincia del Cañar, manteniendo esta tradición hasta la actualidad.

 

Otros datos señalan que estos sombreros existían en Ecuador antes del descubrimiento de América, dando el origen de su tejido a Manabí, en 1630, año en que el indígena Domingo Choéz conjugó esta materia prima, que se cultiva en su mayor parte en la actual provincia de Santa Elena, con la forma de sombreros españoles.

 

Los tejedores de Montecristi y Jipijapa se especializaron en la elaboración de sombreros bajo el modelo europeo. En el siglo XIX, esta actividad atrajo el interés del Austro ecuatoriano. 

 

Es así como ecuatorianos y extranjeros utilizan con orgullo esta prenda, que ya forma parte de la vestimenta cotidiana.

 

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