El alcalde de Guayaquil, Aquiles Álvarez, está por convertirse en el mejor operador político de Rafael Correa y Jaime Nebot. Mientras el resto de correístas cierra el balance de los ‘muertos y heridos’ que dejó la derrota de Luisa González y se ajustan cuentas, como ocurre entre la hermana del expresidente, Pierina, y Marcela Aguiñaga, Aquiles Álvarez tiene la investidura para hablar de tregua nacional, pues comanda la Alcaldía más poderosa del país.
Al mejor estilo de sus predecesores socialcristianos, Febres Cordero y Nebot, el alto funcionario dice estar dispuesto a dialogar y apoyar las gestiones de Daniel Noboa, una vez que asuma a la Presidencia.
A este buen gesto, para materializarlo, hay que primero separarle la paja del trigo. El nuevo gobierno tiene que superar las disputas políticas que crucificaron a Guillermo Lasso, pero sobre la base de una agenda nacional que no socape la impunidad; es la gran línea roja.

Y sobre eso, Noboa tendrá que ser claro si su interés es preservar el buen momento político por el que atraviesa, porque gobernabilidad y bajar las aguas no es sinónimo de hacerse el loco desde Carondelet y ver como en el Cpccs o la Corte Nacional, correístas y socialcristianos, se reparten jueces y autoridades de control.
No por aceptar la tregua que plantea Álvarez, el presidente electo va a soslayar los puntos de acción que le dieron una amplísima ventaja electoral en la Sierra, donde Correa, el alcalde de Quito, Pabel Muñoz, la prefecta de Pichincha, Paola Pabón, y el titular de la Conaie, Leonidas Iza, salieron visiblemente golpeados.
Es correcto que, por afinidad ideológica, ADN tenga una posición para el PSC y su bancada. Pero el talento político también debe medirse en función de cómo el oficialismo trace líneas de convergencia con el bloque de Construye en la Asamblea, que por su tamaño será muy trascendental en los próximos 17 meses.
Además, hay un magnicidio, el de Fernando Villavicencio, que no puede quedar sin respuestas, cuando todos sabemos, incluyendo los EE.UU., que al candidato presidencial lo asesinaron las mafias en su interés de secuestrar al Estado ecuatoriano. De esto tienen que hablar Noboa y Aquiles.
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