En Ecuador persiste la idea de quienes vencen en política son los que se ponen más bravos, no los que actúan con sentido democrático. No se ha llegado ni a la mitad de la semana y dos personajes de actualidad han demostrado que las discusiones se zanjan a punta de gritos: Rafael Correa y Niels Olsen. Lo medular de esta reflexión es que la sociedad ecuatoriana prefiere el atropello a la reflexión.
La desconexión de Correa
El reciente trino del expresidente confirmó que es él el verdadero problema del correísmo. Tras difundirse la carta timorata que cuatro prefectos y un alcalde de la Revolución Ciudadana le dirigieron, planteándole muy comedidamente la reestructuración de la dirigencia, a Correa no se le ocurrió otra cosa que responder con las vísceras: maltratando a sus pobres mandos medios.
En su tuit, el exmandatario prófugo en Bélgica no reconoce un solo error. Todo es culpa de sus enemigos y que quien osa pedirle un mínimo de reflexión, como fue el caso de la Marcela, la Paola P., el Pabel, el Leonardo y el Jota, es un traidor. Le irrita por completo que la carta se hiciera pública, como si la crisis de una fuerza política que gobernó por más de 10 años y ahora controla los gobiernos seccionales más importantes, no fuera asunto de interés nacional.
Él cree que es más importante insistir en su teoría del fraude electoral y la tinta mágica, que explicar a su militancia la trama truculenta de la Liga Azul, que los carcomió casa adentro, o las razones de fondo por las que a la candidata Luisa González se le hizo imposible tomar distancia de la narcodictadura de Nicolás Maduro.
Correa cree que el verticalismo y el voluntarismo, propios de su estilo caudillista, evitarán que la nave zozobre. Y lo peor, él se asume como la única oposición a Daniel Noboa, sin reconocer que la reputación de la RC5 está tan destruida que ya ni pueden jugar desde ese espacio de democracia. Si siguen así, están a un paso de liquidarse.
Niels Olsen se sobreexpone
Tarde o temprano, su estilo displicente le pasará factura. Si se supone que el parlamento ecuatoriano es el centro del debate por excelencia, el espacio donde se polemiza y sale a flote la cultura política de los ecuatorianos, Niels Olsen hace muy mal en no dar la palabra a los legisladores de oposición para defenderse de las puyas que los asambleístas del Gobierno les lanzan.
En estas primeras semanas de trabajo, Andrés Castillo se ha caracterizado por sus ácidas críticas al correísmo, a veces con un histrionismo hilarante. A muchos les puede parecer un legislador cargoso, pero esa es su esencia.
Lo que no es correcto es que el Presidente de la Asamblea niegue a Ricardo Patiño la opción de replicarle, pues así se enriquece el debate o se avivan las polémicas inútiles que tanto entretienen al país.
Que Olsen haya evitado que Patiño increpe a Castillo o que, al día siguiente, le haya cerrado el micrófono para que no tocara ese tema no es señal de una buena conducción parlamentaria.
Si a él le parece que es indigno que los correístas usen el Parlamento para atacar a sus adversarios, debe exigir a los oficialistas un comportamiento similar y llamar la atención a Castillo por ironizar con Patiño y el escándalo de la valija diplomática.
Cuando las reglas del juego democrático se dejan de lado para seguir la fiebre de los likes o los aplausos de popularidad, no solo se vacía de contenido la buena política, sino que se acumulan cuentas pendientes que a la vuelta de la esquina se cobran, porque el poder no es eterno.
Con actitudes como las de Correa y Olsen, pierde el país.
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