A pesar de que la derrota del Gobierno en el referendo y consulta popular del 16 de noviembre supuso el fin de la luna de miel política del presidente Daniel Noboa, se han dado muy pocas señales de reflexión y enmiendas.
El estilo personal del mandatario no ha cambiado: poco diálogo y poca pedagogía hacia los ciudadanos. Es más, seguirá viajando al exterior, a ratos sin mayor necesidad y, lo que más preocupa, no está dispuesto a bajar la confrontación, aun cuando empieza a constatarse que esto le pasa una terrible factura, al punto de debilitarlo. La disputa con Aquiles Álvarez, más allá del proceso judicial en marcha, puede ser determinante en el futuro político del mandatario y de su Gobierno.
El gabinete tampoco parece haber tomado velocidad ni sentido de urgencia. Los cambios de ministros, salvo Enrique Herrería como secretario jurídico, no plantean una nueva visión sobre los problemas del Ecuador, que hoy necesitan bases más amplias de colaboradores que gestionen la administración pública con profesionalismo.
La crisis de salud es pavorosa y no se ven cambios urgentes positivos que materialicen la esperanza. La producción petrolera se hunde mientras en América del Sur hay un nuevo boom; la minería es incierta. Además, los escándalos por el fracaso de Progen y Austral demuestran que el Régimen perdió otro año valioso para blindar al país de futuros apagones.
Es claro que el Gobierno, en su conjunto, ha demorado en procesar la derrota de la consulta popular, que tenía dos objetivos claros: anclarse en la supuesta alta popularidad del mandatario para mantener al país en campaña permanente y, de paso, impulsar reformas exprés que hoy son poco probables de avanzar en la Asamblea, a menos que Noboa busque un gran acuerdo nacional, donde sí tendría éxito, porque el país quiere una agenda constructiva.
Resulta paradójico que el equipo de alta propaganda comunicacional que acompaña al Régimen ya no hable de un líder con posibilidades de reelección y, en cambio, instale el cuco absurdo de la muerte cruzada.
Pasaron tantas cosas en un solo mes, pero el Gobierno prefiere mirar a otro lado.
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