.svg "Icono parpadeo"){kind=small}
El comunicado de desafiliación de la Revolución Ciudadana, por parte de Ronny Aleaga, es como una moneda, con dos caras contrapuestas y a las que se debe observar con suma atención.
Según el exasambleísta, la principal razón de su alejamiento es evitar la “confusión y divergencia en sus integrantes”, reconociendo que las gravísimas acusaciones que la fiscal Diana Salazar ha hecho en su contra, en el marco de los casos Metástasis y Purga, terminó por afectar a la agrupación.
Es decir, que dentro de ella habría, al menos, una corriente de militantes que está sumamente incómoda con él por todo lo que se ha descubierto. Sin embargo, no se siente el peso de esa ala crítica y acá está la cara oculta.
El lunes, Rafael Correa, líder máximo de la organización, lo respaldó políticamente al creer en su narrativa de los 1.500 chats que presentó sobre Salazar. Por fuera de él, el silencio. Las seis figuras con mayor peso institucional del correísmo han esquivado este tema.
Hablamos de los alcaldes y prefectos Pabel Muñoz, Aquiles Álvarez, Marcela Aguiñaga, Paola Pabón, Leonardo Orlando y Juan Cristóbal Lloret. Ni siquiera los rostros más políticos como Viviana Veloz, Pamela Aguirre o Pierina Correa han reaccionado a la carta. Lo mismo se puede decir del expresidente o de la presidencia nacional del movimiento o de la excandidata Luisa González.
Unos cuantos militantes de menor rango, como Abraham Verduga, han sido enfáticos en comentar la urgencia con la que Aleaga debe aclarar la avalancha de acusaciones que están sobre él.
Bajo estas evidencias, ¿se puede hablar de una incomodidad genuina dentro de la Revolución Ciudadana? La cadena de sucesos, obviamente, permite suponer lo contrario. Es decir, la impasividad y el quemeimportismo correísta por aclarar, públicamente, el nexo que, según Fiscalía, los ata con las mafias, a través de figuras como el Ruso.
Por lo que el comunicado de este personaje podría haber sido redactado de forma muy funcional para pretender una crisis que, en poco tiempo, estará superada. La lealtad incondicional hacia el expresidente es demasiado fuerte como para creer que habrá un ‘shot’ de democracia interna.
Esta oportuna renuncia les ahorró el trabajo de expulsar a Aleaga. La caja de Pandora seguirá cerrada por un tiempo más.
Recomendadas