05 oct 2017 , 04:48

Moisés: la muerte de los primogénitos de Egipto, “signo del sacrificio que después haría Dios”

Vocero de la Arquidiócesis de Guayaquil recuerda que Dios también entregó a su hijo.


La más devastadora y la última de las 10 plagas en Egipto, la de la muerte de los primogénitos, dio paso a que entendieran que ya era hora de que liberaran al pueblo al que habían esclavizado, según el vocero de la Arquidiócesis de Guayaquil, César Piechestein.
 

“Esa muerte pudo haberse evitado si el faraón se hubiese arrepentido a tiempo de tener esclavizado al pueblo de Dios, como también el sacrificio de Cristo se hubiese evitado si el hombre hubiese renunciado al pecado”, comentó. “Es necesario que cada persona se arrepienta para que pueda recibir la gracia que Cristo ofrece”, resalta. 
 

Para Piechestein, la muerte de los primogénitos también es un “signo del sacrificio que después haría Dios, quien también entregó a su hijo para salvar a la humanidad, por eso también se le llama a Jesucristo el Cordero de Dios”. Tenían que salir de Egipto para encaminarse a la Tierra Prometida, añade.
 

La plaga significa que “Dios quiere cumplir con el objetivo de salvar al hombre de cualquier tipo de esclavitud, especialmente la esclavitud del pecado”.
 

 

Lea: La trágica historia del protagonista de “Moisés y los Diez Mandamientos”

 

A criterio del vocero de la Arquidiócesis de Guayaquil, el faraón representa físicamente a quienes esclavizan en la historia. Piechestein recuerda que está Dios, que representa el principal bien, que es la liberación de su pueblo. 

 

“La liberación del pueblo egipcio representa el cumplimiento de la promesa de Dios. Ese pueblo, a partir de Cristo, ya no es solamente el pueblo judío sino toda la humanidad, todos aquellos que deciden servir a Dios”, destacó el sacerdote. 
 

En “Moisés y los diez mandamientos”, el capítulo muestra la última plaga, la que causa la muerte de todos los primogénitos de Egipto, incluyendo al hijo de Ramsés. Luego ocurre el último encuentro entre Ramsés y Moisés, cuando el faraón ordenó que se fuera con su pueblo.
 

En el episodio, Moisés confiesa que sentía mucho lo ocurrido y que nunca le deseó mal. Antes de irse, bendijo a Ramsés.
 

Desde que Dios se le manifestó a Moisés en la cima de un monte mediante una zarza ardiente, su única misión fue liberar a los esclavos hebreos y dirigirlos a la tierra prometida de Canaán.

 

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