La ola de inseguridad le pasa factura a la Bahía de Guayaquil
Cinco de la tarde y en la Bahía de Guayaquil, el bullicio que durante décadas marcó el ritmo de un comercio imparable se disipa a plena luz del día.
A esa hora —que solía ser la de mayor movimiento— ahora muchos dueños apresuran el cierre: recogen la mercadería con agilidad, bajan las puertas metálicas y aseguran los módulos con hasta tres candados.
"Por el miedo que tenemos de los delincuentes no sabemos en qué momento nos pueden lanzar una bomba", reveló un comerciante.
Hace apenas seis meses era casi imposible caminar por las veredas repletas de compradores. Hoy, los candados se cierran, las luces se apagan y los pasos se apresuran para escapar antes de que caiga la noche.
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A las siete de la noche todo está prácticamente cerrado, solo quedan unos pocos guardias con tolete en mano, vigilando entre las calles vacías.
"La gente tiene miedo de venir a la Bahía", explicó un comerciante.
Los comerciantes aseguran que son muchas las razones detrás del cierre anticipado: extorsiones, robos constantes y ataques con explosivos.
Algunos han abandonado por completo sus locales, incapaces de seguir pagando arriendos o resistiendo la presión de las mafias.
"Desde hace 15 días cerré totalmente por las extorsiones y las amenazas de muerte. Me piden USD 3 000 y no pienso pagar", dice comerciante.
A las ocho de la noche, los chamberos se reparten las esquinas y rompen fundas de basura en busca de plástico y botellas. En las aceras, algunas personas ya duermen. El tráfico fluye con más facilidad, otro reflejo de la escasa presencia de compradores.
Desde las nueve de la noche, la calle principal y los corredores lucen desolados. No es solo la inseguridad, es el miedo el que ha dejado en silencio a una de las zonas más comerciales de Guayaquil.
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