La sombría historia real del asesino Ed Gein, el origen de la nueva serie: Monstruo
El fenómeno de las series de true crime no se detiene. Tras el éxito de las entregas sobre Jeffrey Dahmer y los hermanos Menéndez, la plataforma Netflix ha vuelto a arrasar con el estreno de su nueva producción, Monstruo: La historia de Ed Gein. En apenas unos días, la serie se posicionó como una de las más vistas a nivel mundial. Esta serie, creada por Ryan Murphy e Ian Brennan, nos lleva al Wisconsin rural de los años 50 para retratar la vida de uno de los criminales más famosos y a la vez menos prolíficos de la historia de Estados Unidos: Edward Theodore Gein.
El Carnicero de Plainfield
Edward Gein, conocido como Eddie, nació en 1906 y tuvo una infancia marcada por el aislamiento y la rigidez. Su padre, George, era alcohólico y violento, pero la figura central en su vida fue su madre, Augusta, una fanática religiosa y controladora que le inculcó un miedo tóxico hacia las mujeres y la sexualidad. Cuando los Gein se mudaron a una granja cerca de Plainfield, se aislaron de la comunidad, creando un ambiente extremadamente estricto que moldeó la mente de Ed.
La soledad de Gein se hizo total tras una serie de pérdidas familiares. Su padre murió en 1940. Cuatro años después, falleció su hermano Henry en un incendio bajo circunstancias que algunos investigadores han considerado sospechosas, aunque nunca se pudo comprobar una autoría. Pero fue el derrame cerebral de su madre, Augusta, en 1945, lo que lo dejó completamente devastado. Gein quedó solo, perdiendo a su "único y verdadero amor", un suceso que, según los expertos, fue el detonante de su comportamiento psicopático posterior.
Aislado en la granja familiar, la conducta de Gein se deslizó hacia la esquizofrenia y los delirios. Aunque solo se le confirmaron dos víctimas mortales (Mary Hogan en 1954 y Bernice Worden en 1957), la policía hizo un descubrimiento espeluznante tras la desaparición de Worden, la dueña de una ferretería. El cuerpo decapitado de Bernice fue hallado colgado por los pies en un cobertizo de la granja. Sin embargo, este fue solo el inicio de la pesadilla.
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La granja de Gein era una auténtica casa de terror. Las autoridades encontraron objetos de uso cotidiano fabricados con restos humanos: sillas tapizadas con piel, cráneos convertidos en cuencos, máscaras hechas con rostros, un cinturón con pezones y un traje de mujer confeccionado con torso y piel humana. Gein confesó haber profanado hasta 40 tumbas a partir de 1947, buscando cadáveres de mujeres que, en su delirio, se parecieran a su madre para así "convertirse en ella".
A diferencia de otros asesinos seriales más prolíficos, lo que convirtió a Ed Gein en un ícono del horror no fue la cantidad de víctimas, sino la naturaleza macabra de sus acciones y el uso que daba a los cuerpos. Los investigadores lo catalogaron como "el asesino necrófilo más grotesco de la historia de los Estados Unidos", aunque él siempre negó haber violado o practicado canibalismo con los restos que desenterraba. En esencia, era un necrófilo que buscaba una satisfacción perversa, intentando resucitar o reemplazar a la figura materna que lo había dominado.
La historia de Gein trascendió el ámbito criminal y se incrustó en la cultura popular como un relato de horror de la vida real. Su figura sirvió de inspiración directa para personajes míticos del cine de terror, marcando un antes y un después en el género. Entre los más famosos están Norman Bates en Psicosis (1960), Leatherface en La Masacre de Texas (1974) y Buffalo Bill en El silencio de los corderos (1991).
Justicia y legado
Pese a su arresto en 1957, Ed Gein fue diagnosticado con esquizofrenia crónica, lo que lo declaró no apto para ser juzgado. Pasaron diez años internado en instituciones psiquiátricas hasta que las autoridades lo consideraron en condiciones de enfrentar un juicio en 1968. Finalmente, Gein fue encontrado culpable, pero legalmente insano, por lo que se le condenó a cadena perpetua en un hospital psiquiátrico.
Gein pasó el resto de su vida recluido en distintas instituciones hasta que murió plácidamente a los 77 años, en 1984, a causa de una insuficiencia respiratoria. Mientras tanto, su granja fue consumida por un incendio en 1958 bajo circunstancias no determinadas. El verdadero legado de Ed Gein no está en la cantidad de sus víctimas, sino en la inquietante pregunta que dejó: ¿Por qué seguimos mirando la oscuridad? La fascinación y el morbo por estas historias, como demuestra el éxito de la serie, permite a la audiencia enfrentar sus miedos más íntimos en un espacio seguro.
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