Presidente tibio vs presidente bien parado
Bajo esta dicotomía avanza la discusión política en redes sociales. Sobre todo, cuando un grupo de iluminados aplaude el amedrentamiento del que ha sido objeto la Corte Constitucional el último mes.
Somos tan primarios que el enfoque no se mide por valores democráticos, sino por nanogramos de testosterona.
Como la Corte Constitucional, en 2023, envió al entonces presidente Guillermo Lasso al matadero, autorizando el juicio político que Rafael Correa y Jaime Nebot urdieron en su contra, ahora hay que promover la desaparición de ese organismo.
Por supuesto que la Corte, entonces presidida por Alí Lozada, se movió de forma irresponsable y con un cálculo político que rayó en lo pusilánime. Ajustó las causales para permitir el proceso, desechando los argumentos de fondo: una supuesta vinculación de las mafias en su gobierno, para que se lo acusara por las irregularidades de un contrato en Flopec que incluso no era de su época. Seguramente, los magistrados que votaron por el juicio creían que Lasso se salvaría de inmediato, sin reparar en que sus verdugos lo querían fuera sin importar los cómos.
El presidente que ahora todos califican de tibio, asumió el dictamen de la Corte Constitucional, sometiéndose al proceso parlamentario que derivó en la muerte cruzada de mayo de 2023.
Vistas las cosas en retrospectiva, el pacto entre la Revolución Ciudadana y el PSC era tan fuerte que si Lasso no cerraba la Asamblea, irían también por la fiscal Diana Salazar, sin darle tiempo a que, como ocurrió en diciembre de ese año, desnudara la narcopolítica con los casos Metástasis, Purga y Plaga...
La Corte fue parte del caos institucional de entonces y la historia le recordará siempre ese craso error. Pero no por ello, el país tiene que prescindir de la misión que cumple en defensa del estado de derecho.
No han faltado los juristas, políticos y periodistas, todos ellos desfasados, desmemoriados y funcionales, que en redes sociales alentaban al Consejo Nacional Electoral (CNE) a desconocer la Corte y destituir a sus magistrados, una vez que el presidente Daniel Noboa, bien parado como es, envió su decreto de convocatoria a una asamblea constituyente, pasando por alto su trámite de control previo.
Tal decisión tuvo en vilo al país por varias horas. De no ser porque la Corte Constitucional esta vez sí ajustó su olfato político para propósitos de mayor trascendencia, en este newsletter estaríamos hablando de su irremediable sepultura.
Vale rescatar, por supuesto, la responsabilidad con la que el CNE procedió, obligando a que la audacia del Gobierno y su corte de influencers bajaran de tono y entendieran que ningún cambio político, por más genuino, drástico y necesario, puede darse por fuera del equilibrio institucional.
La democracia necesita diálogo y memoria, antes que bravuconadas y atropellos. No porque Correa lo hizo en 2007, se debe proceder de la misma manera. El arte de gobernar es muy difícil y para ello no se necesitan presidentes tibios ni tampoco los atrabiliarios. Se necesitan visiones profundamente democráticas...
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