¿Para qué sirvió la marcha de Noboa?
El Presidente de la República ha organizado dos grandes concentraciones en 21 meses de gobierno. La primera, el 24 de mayo de 2024, a propósito de su mensaje a la nación ante la Asamblea, cuando apenas cumplía un semestre en el poder. La segunda marcha fue la de esta mañana contra la Corte Constitucional.
En la primera movilización, el despliegue de personas fue apoteósico: nada que envidiar a los años mozos del correísmo. Cuadras llenas de gente que coparon la avenida Seis de Diciembre, que separa al parque El Ejido con el Arbolito y la Casa de la Cultura. Los organizadores, con Esteban Torres a la cabeza, dijeron que llegaron 50 mil personas para respaldar al Presidente.
Fue una marcha potente en lo simbólico. Noboa acababa de ganar nueve de las 11 preguntas de la consulta popular de abril y su discurso de combate implacable al terrorismo y de recuperación de la institucionalidad resonó varios días.
Además, acababa de meter preso a Jorge Glas, sacándolo por la fuerza de la Embajada de México. Es decir, fiesta para los anticorreístas
Noboa, que en noviembre de 2023 en su mensaje de posesión habló solo por ocho minutos con ideas sosas, necesitaba una nueva presentación, mucho más contundente, para demostrar que él ejercía el liderazgo de los nuevos tiempos. La ruptura con la Revolución Ciudadana era el tema del momento y el alejamiento con el PSC y Henry Kronfle, entonces presidente de la Asamblea, era cuestión de horas. Noboa marcó así la cancha legislativa y la cancha preelectoral.
La marcha de esta mañana pretendió conseguir un objetivo parecido, pero esta vez los mensajes oficiales no cuadraron. Se supone que también hubo 50 mil personas en las calles, pero sin la vibra contagiosa de la anterior.
Tal vez porque ahora su misión era llevar a las calles una confrontación con la Corte Constitucional que se desproporcionó de manera innecesaria. En la última semana, los mensajes agresivos del Régimen y sus aliados inundaron los noticieros, las redes sociales y las cadenas de televisión.
A la campaña de los periodistas e influencers áulicos, pidiendo una reforma para que la Corte Constitucional se reduzca a una sala de la Corte Nacional de Justicia, siguió el mensaje conjunto de la ministra de Gobierno, Zaida Rovira, y del presidente de la Asamblea, Niels Olsen, rodeado de militares y policías reclamando a los magistrados constitucionales por haber suspendido la vigencia de las leyes de Noboa, tramitadas de muy mala manera en el Parlamento.
Vino el discurso de que la Corte era enemiga del pueblo; se anunció la consulta popular con una pregunta para que sea posible el juicio político de sus integrantes; el anuncio de la marcha de este martes y la desacertada colocación de vallas, sugiriendo que las muertes violentas se incrementan por la suspensión de las leyes (cosa que no es cierta) y las otras, mostrando los rostros de los nueve jueces, supuestamente enemigos de la paz.
Con tanto mensaje cargado de negativismo, la marcha de hoy perdió sorpresa. El discurso del presidente Noboa, a través de un megáfono, no causó el eco esperado, a pesar de que su idea recurrente fue la de no aceptar que nadie frene el progreso que, supuestamente, imprime el Gobierno.
El mandatario habló poco, no dijo nada revelador, pues toda la carga contra la Corte ya se despachó en días anteriores. Más bien, la caminata sirvió para que esa institución emitiera un comunicado público, advirtiendo que sin autorización previa fue retirado el vallado alrededor del edificio, el lunes 11 de agosto, con una militarización inusual.
La Corte se quejó por los carteles ofensivos y aclaró que su deber es trabajar con independencia de los demás poderes del Estado, señalando que aún no se ha pronunciado sobre el contenido de las leyes demandadas por supuesta inconstitucionalidad.
Luego salió el mensaje de la Corte Nacional de Justicia, aunque de forma muy tímida, respaldando las funciones de los jueces constitucionales y “exhortó” a las partes a que busquen mecanismos de diálogo, como si entre las funciones de la Corte Constitucional está la de dialogar con el poder sobre el que ejerce una vigilancia necesaria en un estado de Derecho.
En suma, y a no ser por el enorme despliegue logístico que el Gobierno exhibió, la marcha no le sirvió de mucho, pues hasta el Alto Comisionado de Naciones Unidas para los DD.HH. la calificó de inaceptable. Se malogró por los errores estratégicos del equipo político de Carondelet.
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