José Serrano, un enigma
Su vida política se inició de la mano de Galo Chiriboga, durante el gobierno de Alfredo Palacio (2005-2007). Chiriboga fue el hombre fuerte de esa presidencia: de ministro de Trabajo, pasó a ministro de Gobierno y luego a gerente de Petroecuador. En cada cambio, Serrano le reemplazaba. Eran la dupla perfecta.
Llegó Rafael Correa y estos dos personajes migraron a su gabinete. Chiriboga como ministro de Energía, embajador en España y luego como su Fiscal General de bolsillo. Serrano fue subsecretario de Minas y luego Secretario de Transparencia. Pasos suficientes para que agarrara autonomía propia.
Las malas lenguas dicen que se distanció de Chiriboga en los meses en que su poder político se fortalecía como ministro de Justicia, primero; y ministro del Interior, después.
Su desempeño fue crucial en esa cartera tan compleja, porque comandaba la Policía, combatía al crimen organizado y espiaba a los enemigos políticos y adversarios del correísmo. Su temperamento irascible, impetuoso, a ratos agresivo, lo convirtieron en una de las figuras imprescindibles de Rafael Correa. Era el tercero en su línea de sucesión, luego de Lenín Moreno –el rostro amable de Alianza PAIS- y Jorge Glas.
Un ministro ejecutor y de resultados, cabe señalarlo, a pesar de que su gestión no estuvo exenta de momentos traumáticos como el asesinato de uno de sus hermanos menores en Cuenca o en casos como los pases policiales y el imperdonable desfalco al Isspol, que supo esquivar con habilidad.
En el fondo, el poder de Serrano se construyó sobre la base de mucha información, contactos no muy santos y de amplias corazas políticas y judiciales que le han protegido, quien sabe si hasta hoy cuando la Fiscalía General del Estado se apresta a involucrarlo en el asesinato de Fernando Villavicencio.
Si hay una acusación en firme, sería la primera vez que ese gran blindaje pierda consistencia, pues Serrano ha estado salpicado por escándalos muy graves que quedaron en el aire.
El más fuerte fue en 2018, cuando el entonces fiscal Carlos Baca Mancheno filtró una conversación telefónica entre él y Carlos Pólit. Para esa época, Serrano presidía la Asamblea (gobierno de Moreno) y Pólit era contralor. En la conversación, ambos ñañitos lindos, urdían cómo bajarse a Baca Mancheno.
Fue tan potente ese audio que Serrano fue destituido de la Presidencia, aunque no perdió su cargo de legislador, manteniendo su inmunidad parlamentaria.
Desde esa trinchera, primero, y, luego, radicado en EE. UU. se dedicó a la confrontación como su arma política. Peleó contra María Paula Romo por el caso Isspol y luego contra el régimen de Guillermo Lasso cuando las denuncias contra su cuñado y la dichosa mafia albanesa lo asediaron al punto de debilitarlo para siempre.
Para entonces, Fernando Villavicencio ya lo acusaba de ser una pieza central en el crimen organizado de Ecuador. Varias líneas de investigación y control político decían que en sus años de Ministro del Interior, con Correa, tejió nexos con bandas delictivas y de narcotráfico que la Justicia ecuatoriana nunca llegó a procesar o demostrar.
Serrano, desde su cuenta en X y otras cajas de resonancia de sus mensajes, como han sido varios medios digitales muy bien identificados por la población, siguió con su agenda de denuncias. Quiso ser candidato presidencial a inicios de año, pero no pudo inscribirse presencialmente; tenía miedo de que lo mataran, dijo. Al tiempo, emprendió una campaña de ataque contra el presidente Daniel Noboa que fue feroz, pero que se pasmó ni bien se produjo la reelección.
A no ser porque ahora está detenido en EE. UU. por asuntos migratorios y que su deportación es un escenario, las autoridades de ese país tampoco se han referido al supuesto lado oscuro sobre el que la Fiscalía ecuatoriana tiene una hipótesis más clara: Serrano, Javier Jordán, Ronny Aleaga y Daniel Salcedo serían los autores intelectuales del magnicidio contra Villavicencio.
¿Cuál es la proporción de estas acusaciones? Se lo conocerá muy pronto, pero hasta que ello ocurra y hasta que EE.UU. decida deportarlo, José Serrano seguirá siendo un gran enigma.
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