¿El último aliento del PSC?
En 2005, la Democracia Popular se sometió a un extreme makeover para reflotar políticamente, luego del trauma interno que supuso la caída del gobierno de Jamil Mahuad y la crisis bancaria de 1999.
Se deshicieron de la flecha verde, el emblema característico de ese partido. Si bien conservaron el casillero de la lista 5, promovieron su segundo nombre, Unión Demócrata Cristiana, pues seguir identificándose como la DP, era profundizar un desgaste irreversible.
El proyecto no dio resultados. Si bien en las elecciones de 2006, la UDC metió seis diputados en un congreso de 100 escaños, todo se vino abajo con el paso del huracán llamado Alianza PAIS que arrasó con la partidocracia.
De hecho, fue la primera agrupación que desapareció del mapa político por lo vulnerable de su estructura. Vale la pena traer a colación este episodio de hace 20 años y compararlo con la calamitosa situación que hoy atormenta al Partido Social Cristiano (PSC).
Con solo tres legisladores en la Asamblea, sin fuerza en Guayaquil y con su líder, el exalcalde Jaime Nebot, profundamente golpeado por la crisis política de 2023, esta nave, la más antigua del país, parece no tener quilla que la sostenga.
En ese sentido, la consultoría contratada por su dirigencia para ver cómo enderezan su proyecto, donde no se descarta modificar su nombre de pila, no hace más que rememorar aquel intento fallido de la DP por sobrevivir.
Demasiados errores (y horrores) acumula el socialcristianismo. Su última alcaldía, la de Cynthia Viteri, se alejó tanto de la impronta marcada por Nebot y León Febres Cordero, que terminó pareciéndose a una administración más de los Bucaram.
Luego vino la venganza ciega de Nebot hacia el presidente Guillermo Lasso que, sin importar los intereses del país ni la necesidad de cuidar un proyecto de derecha democrática, lo acorraló al punto de minar su gobierno. Y para lograrlo cometió la más grande equivocación: aliarse con Rafael Correa y socapar su plan siniestro de impunidad.
Nada de esto hubiera cobrado relevancia, si la entonces fiscal Diana Salazar no exponía los casos Metástasis, Purga, Plaga, etc., evidenciando la penetración de las mafias en el Estado, donde Pablo Muentes, hombre cercanísimo a Nebot, cobró una fama macabra.
¿Cómo recuperarse de tantos golpes si cuando el PSC tenía la posibilidad de desvirtuar su alianza con la Revolución Ciudadana, Henry Kronfle prefirió dejarle la Presidencia de la Asamblea, para competir por la primera magistratura exhibiendo el peor resultado electoral de la historia?
Nebot, que por su desgaste se ha convertido en un dirigente intermitente, no logra marcar una línea de acción política en temas tan complejos como la consulta popular.
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Y, lo más delicado: el apoyo que él despertó por años en cientos de miles de personas vinculadas al centro-derecha, hoy están con Daniel Noboa.
Sin un relevo generacional claro, el PSC vive la disyuntiva de lo que Nebot, en su marcada vulnerabilidad, hoy pueda darle o la necesidad de refundarse por completo y esperar a ver cómo reacciona la gente, conscientes de una fórmula similar no le funcionó, 20 años atrás, a la Democracia Popular.