Apagones: Noboa no deja de equivocarse

07 oct 2024 , 19:34
Carlos Rojas

Cualquier manual simplón de administración de empresas o superación personal dice que de las crisis surgen las oportunidades, las enseñanzas y las experiencias. En suma, la sabiduría.

Sin embargo, a medida que la crisis eléctrica se complica, el Gobierno persiste en sus silencios largos y abrumadores, que despiertan múltiples dudas y no ayudan a explicar por qué sus acciones son sorpresivas y contradictorias. La más delicada ocurrió el sábado 5 de octubre por la tarde. Se filtró un comunicado del Operador Nacional de Electricidad (Cenace) ordenando de manera imperativa que las industrias se desconecten del flujo de energía, en un 100%, entre las 08:00 y las 18:00, durante 15 días.

La explicación: preservar la poca agua del embalse de Mazar.

Fue por los empresarios y sus reclamos públicos que la ciudadanía se enteró de semejante decisión. Según el lenguaje de los industriales, estos cortes van a parar el motor productivo del país. Según la sabiduría ciudadana, no hay electricidad en el país.

Han sido días eternos de especulaciones, preguntas y preocupación colectivas. El Gobierno reacciona con frialdad y se deja contagiar por la desesperante parsimonia de la burocracia.

Cuando se produjo la primera crisis, en abril, luego de la salida de la ministra de Energía, Andrea Arrobo, se encargó esa cartera a Roberto Luque, quien desarrolló un eficiente canal de comunicación con la ciudadanía mediante ruedas de prensa diarias, donde él explicaba cada acción tomada por el Gobierno.

De esta manera, se contuvo la preocupación de la gente y el Régimen logró incluso vencer en nueve de las 11 preguntas de la consulta popular.

Ahora, el silencio es la forma de administrar semejante problema. Y la mayoría de las personas se entera, por ejemplo, del bajísimo nivel de reservas de Mazar, por lo que circula en redes sociales y mensajes de WhatsApp, sin que se filtre el cálculo político y la desinformación.

El actual ministro Antonio Goncalves debiera dar ruedas de prensa todos los días, hablando de horarios, cotas de los embalses, clima, niveles de lluvia y acciones gubernamentales, para que la ciudadanía esté informada y, al menos, más tranquila. Sus reuniones puntuales y esporádicas con los grupos afectados como los empresarios, en este caso, están bien pero no son suficientes.

Ya se dijo hace un mes en espacios periodísticos como Políticamente Correcto que el colapso energético era grave y real. El Gobierno no ha asumido con frontalidad esta crisis que, guardando las proporciones, es tan compleja de explicar como la pandemia de 2020.

En aquella coyuntura, durante varios meses, el entonces presidente Lenín Moreno puso a la ministra de Gobierno, María Paula Romo, y a la secretaria de Riesgos, Alexandra Ocles, a dar dos o tres boletines diarios con los datos actualizados de la mortal enfermedad y otras decisiones que se tomaban al fragor de los hechos. Ni siquiera toda esa logística comunicativa frenó las críticas de los opositores en meses que ya eran preelectorales como ahora.

El silencio de Noboa y su equipo no aporta a la solución colectiva del problema eléctrico. El desgaste por la gestión se acumulará.