Ni Cueva pudo con el caos
El peruano Christian Cueva llegó a Emelec envuelto en el traje de salvador. Nombre internacional, pasado mundialista, talento probado. El fichaje apuntaba a ser ese golpe de ilusión que sacude vestuarios, despierta a la hinchada y cambia inercias. Pero nada de eso ocurrió.
Y no porque Cueva haya sido el único responsable del fracaso. Todo lo contrario: su salida confirma que en un club en crisis ninguna figura puede arrojar luz.
El propio Guillermo Duró lo resumió con una frase tan simple como contundente: “No la estaba pasando bien”. Y es imposible pasarla bien en un equipo que en 2025 ha paralizado entrenamientos por falta de pagos, que vive entre deudas, incertidumbre y unos dirigentes que entran y salen por una puerta giratoria sin dejar proyecto, rumbo ni estabilidad. En ese contexto, pedirle a un futbolista —por más talentoso que sea— que sea solución, es condenarlo al desgaste.
Cueva vino como atracción, no como estructura. Firmó hasta junio del próximo año, jugó 17 partidos, promedió poco más de 50 minutos por encuentro, marcó dos goles y dio dos asistencias. Números discretos para el impacto mediático de su llegada. Y eso, en un club normal, ya habría abierto el debate futbolístico. Pero en Emelec, el debate trasciende largamente lo deportivo.
Porque cuando no se paga a tiempo, cuando los entrenamientos se detienen, cuando el camerino convive más con rumores que con certezas, el fútbol se vuelve secundario. Y así no hay enganche, diez, creativo ni líder que sostenga nada. Menos aún uno de 34 años, con pasado brillante, pero que también busca estabilidad para terminar su carrera con dignidad.
Se suele caer en la tentación del señalamiento individual. El extranjero que no rindió, el fichaje que “no caminó”, el nombre que no respondió. Pero sería profundamente injusto reducir la crisis azul a Cueva. Él solo fue una pieza más dentro de un plantel golpeado por una administración errática, sin norte económico ni deportivo.
Emelec, paradójicamente, aún respira en cancha. Tiene la opción de clasificar a la Libertadores si gana la Copa Ecuador, nada menos que ante Liga de Quito. Y en LigaPro mantiene la esperanza de pelear por un cupo a la Sudamericana 2026. Pero esa resistencia es más orgullo histórico que solidez institucional.
La salida de Cueva no es un final aislado, es un síntoma más. El problema de Emelec no es quién llega, sino en qué condiciones llega. Mientras el club no recupere orden, credibilidad y proyecto, seguirá devorando figuras sin que ninguna logre marcar época. Porque cuando una institución vive en penumbras, ninguna estrella alcanza para alumbrarla.