14 ago 2014 , 09:05

La mujer que tiene la custodia legal de más de 800 menores en EE.UU.

Los migrantes no solo se exponen a ser devueltos a sus países sino a dejar atrás a sus hij

Beatriz Díez

BBC Mundo

Llegaron sin documentos a Estados Unidos. Se instalaron como pudieron, encontraron trabajos en los que no les hizo falta mostrar papeles y, con el tiempo, formaron una familia.

 

Sin embargo, siguen corriendo el riesgo de ser deportados, y sus hijos, que son ciudadanos estadounidenses, se asoman al vértigo de quedarse solos o en el seno de familias de acogida desconocidas para ellos.

 

Es una de las consecuencias más trágicas de las deportaciones de inmigrantes en situación irregular, una medida que con el gobierno de Barack Obama ha alcanzado cifras récord.

 

Los inmigrantes no solo se enfrentan a la situación de ser enviados de vuelta a sus países de origen, en ocasiones años después de haber salido de ellos. A ello se le suma la tristeza y el temor de dejar atrás a sus hijos, sin la certeza de quién cuidará de ellos.

 

En este contexto surge la figura de Nora Sandigo, mujer de origen nicaragüense que reside en Florida (EE.UU.) y que tiene bajo su custodia legal a 817 menores ciudadanos estadounidenses cuyos padres han sido deportados o corren el riesgo de serlo.

 

Mujer de ojos brillantes y hablar pausado, Nora Sandigo lleva 25 años comprometida con la comunidad inmigrante.

 

Cuando llegó a Estados Unidos en 1988, donde recibió asilo político, Sandigo se especializó en sus compatriotas, los nicaragüenses.

 

Ahora, desde su oficina en Kendall, al sur de Miami, Florida, dirige las riendas de Fraternidad Americana, una organización que se ha convertido en amparo para esos cientos de menores cuyas familias se han visto sacudidas por una legislación que, desde 1996, no hace diferencia entre los inmigrantes que tienen descendencia en el país o los que están solos.

 

Su trabajo es muy diverso y abarca aspectos legales, médicos, psicológicos, logísticos, emocionales, políticos, y contables.

 

BBC Mundo acompañó a Sandigo, "Norita" para quienes mejor la conocen, en una de sus atareadas jornadas.

 

Lea también: Las "viudas y huérfanos" de las deportaciones en EE.UU.

 

Custodia legal para cientos de menores

 

Fue en 2008 cuando Nora Sandigo empezó a hacerse cargo de la custodia legal de menores que se veían abocados a vivir en hogares de acogida o quedarse fuera del sistema si sus padres eran deportados por estar en EE.UU. en situación irregular.

 

Lo que comenzó como un favor a unos amigos peruanos fue creciendo y, en la actualidad, Sandigo tiene la custodia legal de 817 menores, una cifra que seguirá aumentando, asegura, mientras el gobierno de EE.UU. no ponga fin a las deportaciones.

 

Así, inmigrantes que residen en EE.UU. sin papeles, y que se arriesgan a ser descubiertos por una mera infracción de tráfico, rellenan un documento legal cuya firma está avalada por un notario público, en el que ceden la custodia de sus hijos a Nora Sandigo en caso de que ellos falten.

 

Sandigo se convierte de esta manera en su representante legal.

 

Claudia Fonseca es una de las mujeres que cedió a Sandigo la custodia de sus cuatro hijos, si bien de forma preventiva porque ahora reside en Miami. Pero no sabe por cuánto tiempo.
Esta mujer nicaragüense se quedó sola a cargo de las cuatro criaturas (Kelvin, de 16 años; Shirley, de 8; Ashley, de 6, y Yardley, de 5) cuando su esposo Santos Banegas fue deportado hace aproximadamente 3 años.

 

Fonseca trabaja -sin contrato- como ayudante de cocina, comparte un pequeño apartamento y no le salen las cuentas para llegar a final de mes.

 

Cada semana recibe la visita de Sandigo, casi siempre acompañada de su ayudante Doris, quienes aparecen con una caja de comida, con juguetes o además, como esta semana, con una computadora para el mayor de los hijos.

 

Al ver a Nora, las niñas corretean alegres, a la espera de ver lo que hay en los paquetes. El joven, sin embargo, prefiere no salir de su cuarto. Es más reservado, y Nora está preocupada por él.

 

Claudia Fonseca, que vive con el temor constante de que las autoridades de inmigración llamen a su puerta, tiene claro que volver a Nicaragua de forma voluntaria no es una opción.

 

"Allá yo no vuelvo. Aquí el pobre como pollo y carne, en Nicaragua.".

 

¿Cómo se paga todo esto?

 

Sandigo revisa el apartamento para saber qué otras cosas necesita Claudia, mientras repasa en voz queda las visitas que tiene pendientes para el día y calcula los cartones de huevos y los litros de leche que todavía debe comprar.

 

En los casos en que tanto el papá como la mamá son deportados, los niños se quedan en casa de Sandigo, aunque sea de forma temporal. Otra posibilidad es realojarlos con otros familiares o con allegados.

 

Las autoridades de EE.UU. le colocan un aro electrónico a quienes van a ser deportados.

 

Pero la responsabilidad legal le corresponde a Sandigo y por ello debe ser extremadamente cuidadosa, para asegurarse de que ninguno de ellos sufre ningún tipo de carencia o abandono, algo que la dejaría expuesta a una demanda judicial.

 

Todos estos esfuerzos son costos que se suman y hacen que uno se pregunte cómo puede sostenerse.

 

"Nosotros no pedimos nada, no cobramos nada por este servicio", enfatiza Sandigo.

 

La Fraternidad Americana cuenta con una subvención anual de US$29.000 que llega de la oficina de Desarrollo del Condado de Miami. Por lo demás, Sandigo subraya que el gobierno no le da un dólar.

 

Recibe donaciones, principalmente en forma de ropa o comida, pero el grueso de los gastos recae sobre ella y su esposo, que están invirtiendo sus ahorros. No cree que esto la convierta en un ser excepcional. "En la vida hay que regresar un poco de lo que Dios te da", sostiene.

 

De Kendall hasta Washington DC

 

La cuestión económica parece importarle mucho menos que la lucha política.

 

Sandigo exige que se ponga "fin a las redadas y las deportaciones". También aspira a una reforma migratoria, pero ahora mismo no la ve posible.

 

Se revuelve al hablar sobre el sistema de grillete electrónico que el gobierno de EE.UU. ha puesto en marcha, una suerte de aro metálico que se coloca en el tobillo de la persona que va a ser deportada.

 

"Este gobierno está violando los derechos civiles, humanos y constitucionales que tiene cualquier niño del mundo", opina.

 

"Está quedando muy mal, nos hace parecer un pueblo insensible. Los menores cuyos padres son deportados quedan afectados emocionalmente, necesitan un médico, un psicólogo, alguien que los abrace. necesitan a sus padres", subraya con emoción al tiempo que precisa que ella "no pelea si la persona tiene antecedentes criminales" porque también ella quiere una "América segura".

 

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