7 entrañables historias de amor prohibido en los campos de concentración
David y Perla se conocieron a través de una de las alambradas de un campo nazi.
Un oficial nazi que se enamora de una prisionera judía y le salva la vida. Dos prisioneros judíos que se ven por primera vez a través de la alambrada de un campo de concentración y terminan casándose.
Son algunas de las 7 aventuras amorosas que tuvieron lugar en escenarios tan terribles como el campo de exterminio de Auschwitz que recopila la escritora y periodista española Mónica G. Álvarez en su nuevo libro "Amor y Horror Nazi. Historias reales en los campos de concentración".
Historias de parejas que estuvieron separadas durante 28 meses en distintos campos de concentración sin saber si el otro había sobrevivido y consiguieron reencontrarse después.
O el profundo amor de Lilly y Felice, la primera, una mujer alemana, aria, nazi y casada con un oficial de las SS que termina enamorándose de una lesbiana judía.
Historias incluso de bebés que llegaron a nacer en secreto fruto del amor que brotó entre las vallas de espino…
Mónica G. Álvarez (Valladolid, 1979) investigó durante meses esas historias de amor en los campos de concentración nazi, entrevistó a algunos de los protagonistas de las mismas, a sus descendientes. El resultado es un libro absolutamente sobrecogedor.
Esta es parte de su entrevista para BBC Mundo.
Yo creía que era imposible. De hecho, me negaba a creerlo. Pero me equivoqué. Paula, Howard y Nancy, tres de los sobrevivientes que aún viven y a los que pude conocer (del resto solo pude charlar con sus descendientes), me ratificaron que sí era posible. Que aunque los nazis les despojaron de prácticamente todo en sus vidas -ropa, cabellos, pertenencias, familia- jamás lograron arrebatarles los sentimientos. Y por supuesto, esa necesidad de amar y de enamorarse.
El amor fue un protagonista en sí mismo, en realidad. Porque gracias a esta emoción tan intangible e irracional que cuando llega nos revuelve por dentro, muchos de los personajes del libro encontraron un motivo por el que luchar. Sin amor, seguramente hubiesen terminado sus días en la cámara de gas.
Fue su tabla de salvación y el principal motor posible para no desfallecer tras las largas jornadas de trabajos forzados y las palizas. Pensar en la persona amada permitía a los protagonistas mantener viva la ilusión de una vida mejor y a salvo lejos de toda aquella tragedia.
Que aunque los nazis les despojaron de prácticamente todo en sus vidas, jamás lograron arrebatarles los sentimientos"
Mónica G. Álvarez, escritora
Absolutamente. El arma más poderosa para combatir tanta crueldad y odio fue el amor. Quisieron despojarles de todo, hasta de su alma. Pero no lo consiguieron. Solo lograron arrebatarles lo concerniente a lo material. En cambio, jamás destruyeron su esencia, su dignidad, su coraje, su fortaleza y, por supuesto, el amor.
Tras tres años en Auschwitz, Jerzy conoció a Cyla. Se enamoraron perdidamente y, entonces, el polaco ideó un plan de escape. Esa huida se materializó y lograron salir por la puerta del campo de concentración. Aquí él arriesgó su vida en cuanto conoció a su amada. No antes. Y lo hizo por amor.
Como Franz, un despiadado oficial de las SS que quedó prendado de la judía eslovaca Helena. Él salvó a la joven y a su hermana de morir en la cámara de gas, intentó conquistarla, incluso llegaron a amarse según explican. Parece ser que el amor que sintió hacia ella le había transformado.
Con picardía, inconsciencia y cierta dosis de suerte. Solo la locura que uno siente por amor hace que contravengas las normas y te arriesgues hasta el punto de morir por pasar un solo instante con la persona a la que amas. Algo que durante cuatro meses hizo Meyer para ver a Manya. De noche, se escondía en el barracón de las mujeres en Auschwitz para pasar unas horas con ella, a sabiendas que si le pillaban le matarían.
Solo la locura que uno siente por amor hace que contravengas las normas y te arriesgues hasta el punto de morir por pasar un solo instante con la persona a la que amas"
Mónica G. Álvarez, escritora
Solo unos pocos perdonaron a sus carceleros. En realidad, ellos me hablaban de no olvidar el Holocausto ni lo que sucedió allí; de no ignorar los crímenes tan terribles que se perpetraron; y por supuesto, emplear el amor para combatir tanto rencor. No caer en la venganza.
Durante el Tercer Reich existía la "Ley de Protección de la Salud Hereditaria del Pueblo Alemán" que entre otras cosas, negaba a los judíos la posibilidad de casarse o tener relaciones íntimas con personas de "sangre alemana o afín".
De hecho, esa "infamia racial" se convirtió en un delito. Por tanto, que un oficial de las SS como Franz se enamorase de una judía como Helena no solo era un "pecado contra la sangre y la raza" como decía Hitler, sino que estaba penado con la muerte. El riesgo de este tipo de relaciones era muy alto. Y aun así, Franz se arriesgó.
Entre Lilly, una mujer alemana, aria, nazi, casada con un oficial de las SS y madre de cuatros hijos; y Felice, alemana, judía y lesbiana. Su historia de amor desafió al nazismo. Primero, porque la mujer en aquella época era tratada como un mero objeto y sus únicas funciones eran las de esposa y madre. Y segundo, porque aunque la homosexualidad femenina no estaba tipificada como delito, no estaba bien vista.
Aun así, esta pareja luchó por su amor hasta el último día y derribó el mayor impedimento que las separaba: la ideología. Cuando Felice confesó a Lilly que era judía, su primera reacción fue de enfado. "Qué terrible", decía. Sin embargo, su amor era tan magnánimo, importante e incondicional, que decidió desterrar el nazismo de su vida por siempre y colocar en primer lugar, el amor hacia Felice.
Así se vieron por primera vez, con las caras desencajadas debido al hambre y a la enfermedad, con una delgadez extrema, sucios, sin pelo… Y aun así, surge entre ambos un amor a primera vista que duró casi 60 años. Ellos son el ejemplo de que uno se enamora no de las apariencias sino de aquello invisible a los ojos y que nos conecta a los seres humanos.
Conocer a esta entrañable pareja es uno de los regalos de mi carrera. No solo por su testimonio sino por su generosidad y su calidad humana. Cuando me explicaron su historia de amor, lloré. No era para menos. Al fin y al cabo, y como me contaba Howard, ¿quién recoge a un muchacho del suelo, moribundo, lo salva y lo trae de vuelta a la vida? El absoluto acto de bondad de Nancy es lo que llevó a estos octogenarios a convertirse en verdaderas almas gemelas.
Uno se enamora no de las apariencias sino de aquello invisible a los ojos y que nos conecta a los seres humanos"
Todas lo son. Pero las historias de Paula y Klaus Stern y las de Howard y Nancy Kleinberg son muy especiales para mí. He tenido la oportunidad de conocerles, charlar con ellos, llorar con ellos… Ser amigos. Y el vínculo que hemos creado es tan maravilloso que durará por siempre. Los llevo en mi corazón.
No las elegí. Ellas me eligieron desde el primer día. En cuanto comencé la labor de investigación, cada una me fue abriendo puertas a personas y emociones desconocidas. Por primera vez, las historias me eligen a mí. Y no es de extrañar, hablamos de amor, de sentimientos… Y eso no se elige. Sucede sin más.
Admiro cómo han sabido aprender de nuevo a vivir tras aquella barbarie, su calidad humana y su generosidad, su optimismo… Pero sobre todo, los valores que han transmitido a sus descendientes lejos del rencor, el odio y la animadversión. No hay venganza, solo ese "no olvidar" y ese contar la historia para no volver a repetirla.
Me negaba a pensar que los nazis habían conseguido arrancar absolutamente todo a sus prisioneros. No quise creer que habían logrado despojarles de su calidad humana, bondad o sentimientos. Y estaba en lo cierto. Jamás lo lograron. Porque nadie puede arrebatar a un ser humano su esencia más preciada. Ni por supuesto, el amor más profundo.
Que el amor es lo único que mueve el mundo. Ni el dinero, ni el poder, ni la fama, ni la política logran algo similar. Lo único que provoca que el ser humano se estremezca tanto es el amor. Porque al final, da igual en qué tiempo estés, en qué lugar o qué circunstancias vivas, el amor es universal.