“Rebelión en la granja”, un latigazo al poder

Rebelión en la granja
27 oct 2015 , 08:47
Redacción

Es un latigazo a cualquier poder, sea comunista, socialista, derechista.

apanchana@ecuavisa.com

 

Fue escrito a finales de 1943 y está, todavía, demasiado vigente. Es un libro que supera el tiempo. He leído “Rebelión en la granja” en pocas horas. No estaba en mi lista de prioridades, sin embargo, desde la primera página es imposible detenerse.

 

La ironía y capacidad de análisis motivan aplausos para su escritor, George Orwell (Motihari, India, 1903-Londres, 1950). 

 

La trama es, aparentemente, sencilla. Los animales, hastiados del señor Jones, a cargo de la Granja Solariega, planifican tomar el control. Y lo hacen. Animados por el Viejo Comandante, un premiado verraco blanco, que les habla del significado de la supuesta libertad. “El hombre es la única criatura que consume sin producir. No da leche, no pone huevos, es demasiado débil para tirar el arado, no corre con rapidez suficiente para atrapar conejos. Sin embargo, es dueño y señor de todos los animales (…) Con solo deshacernos del hombre, el fruto de nuestro trabajo sería nuestro. Casi de la noche a la mañana podríamos ser ricos y libres. ¿Qué debemos hacer entonces?

 

Ojo con el cerdo, es el líder, como lo serán todos los de su especie que lo sucedan. El Viejo Comandante, antes de morir,  les enseña una canción (Bestias de Inglaterra), que luego se convierte en el himno que abanderó la toma de la granja (típico de políticos animales de apelar a sensaciones con la música sin enfocarse en lo medular). Crean sus propios mandamientos. Sus códigos. 

 

Y aunque luego de derrocar al señor Jones pareciera que vienen mejores días para las vacas, ratas, caballos, burros, gallinas, gansos, ovejas, palomas y todo ser de cuatro patas o dos patas más alasComo toda falsa revolución, sea  comunista, socialista o ciudadana. 

 

El lector se reirá e indignará casi al mismo tiempo. Descubrirá cómo el poder puede transformar a cualquiera, incluso a los animales (). Orwell usa  un lenguaje claro y metáforas precisas.

 

Mandamientos modificados, enmendados o alterados (el término que le calce mejor) para favorecer a los de siempre: Al principio la consigna era: “¡Cuatro patas, sí; dos patas, no! ¡Cuatro patas, sí; dos patas, no!”. Pero nada es eterno, al menos en este tipo de rebeliones… Y como si las ovejas fueran parte de cualquier Congreso, Senado o Asamblea cambian, inmediatamente,  el discurso, como lo disponga el Presidente de la República Animal:“¡Cuatro patas, sí; dos patas, mejor! ¡Cuatro patas, sí; dos patas mejor!”. Claro, los cerdos se quieren parecer más a los humanos, a esos que antes tanto cuestionaban. 

 

 

Quienes moran la Granja Animal siguen creyendo hasta el final en los discursos falaces (excepto el burro, ¡qué inteligente es! Y aplausos para el gato ocioso, que se escabulle y le da lo mismo la esclavitud disfrazada de libertad a la que están sometidos sus compañeros). 

 

No es que te invite primero a darse de golpes y ser valientes. O sea, duelo no existe. No. El cerdo manda a degollarte (aunque uno de los mandamientos prohibía que un animal mate a otro). 

 

A Napoleón hay que hacerle vivas y poemas. La reverencia. Porque él está construyendo una nueva república, donde la libertad es la bandera (o la soberanía). Al final solo queda un mandamiento, así, en mayúscula: “TODOS LOS ANIMALES SON IGUALES, PERO ALGUNOS ANIMALES SON MÁS IGUALES QUE OTROS”. 

 

*Mil gracias a Juan Pablo Vintimilla,  colega, amigo y hermano Balboa (@pingu01) por regalarme “Rebelión en la granja”, una joya de George Orwell. Gracias infinitas también a Gustavo Javier Macías, tocayo, amigo y asesor de Mr Books, por sus comentarios de la obra que me ayudaron para escribir esta columna.