Alfredo Palacios fue un reconocido médico y antes de ser Presidente ocupó varios cargos públicos
Alfredo Palacio solía contar como una anécdota aquella vez, en el 2002, cuando llegó a su consultorio y se encontró con una visita de alguien a quien no esperaba y que ni siquiera conocía, era un general: Lucio Gutiérrez, quien estaba ahí para hacerle una propuesta que, en principio, le sonó irreal.
Por eso, él decía que no era un político, que fue la política la que lo buscó a él. Alfredo Palacio nació en Guayaquil, hijo de un reconocido escultor, siempre tuvo claro, desde pequeño, que quería ser médico. Lo consiguió. Estudio medicina en la Universidad de Guayaquil y luego viajó a Estados Unidos a conseguir su especialización: cardiología.
Regresó a Ecuador en 1972 y se dedicó de lleno a su carrera y a sus pacientes, pocos años después fundó en Guayaquil el Instituto Ecuatoriano de Cardiología, Alfredo Palacio, participó en congresos, escribió artículos y publicó en revistas científicas sus trabajos de investigación, era un cardiólogo consagrado, dedicado a su trabajo y a su familia, porque estaba casado Con María Beatriz Paret y tenía ya a sus cuatro hijos.
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En 1992, llegó su primera incursión a la vida pública, fue en el gobierno de Sixto Durán Ballén. Ocupó una dirección regional del IESS, fue vicepresidente del Consejo de Ciencia y Tecnología y después Ministro de Salud.
Al cambiar el gobierno, en 1996, volvió a su práctica privada. Pero entonces el país entró en una época de inestabilidad, en seis años, Ecuador tuvo cinco presidentes.
En el 2003 se convirtió en vicepresidente del Ecuador y dos años después, en el Presidente Constitucional de la República, en reemplazo del general Lucio Gutiérrez.
Cuando Palacio terminó el mandato tenía muy claro que quería alejarse completamente de la política, volvió a su práctica privada, a la docencia, a sus investigaciones.
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En el 2020 se interesó por una particularidad que encontró en sus trabajos de investigación, notó que en Ecuador, sobre todo en Guayas y Manabí, la gente moría más por infartos que en otros países de la región y, pese a que ya era un octogenario, decidió liderar un gran trabajo investigativo sobre el tema.
Trasladó su residencia a Manta y allí se quedó cuatro años, hasta el 2024. Ya su salud estaba resquebrajada, pero hizo una publicación científica y escribió un libro con sus conclusiones.
Alfredo Palacio había ya regresado a Guayaquil el año pasado. Tenía 86 años en el momento de su muerte.