Silencio, flores y velas encendidas en homenaje a 654 fallecidos en terremoto

QUITO
23 abr 2016 , 10:51
Redacción

El tributo se realizó a las 18h58, hora en la que el epicentro se produjo el 16 de abril.

 

Cuando el reloj marcaba las 18:58 hora local (23:58 GMT), el momento justo del terremoto del 16 de abril, el arzobispo de Quito y presidente de la Conferencia Episcopal Ecuatoriana (CEE), Fausto Trávez, pidió a los presentes en la llamada "Cruz del papa", en el parque La Carolina, que orasen en silencio durante un minuto.

 

Al pie de una inmensa cruz colocada en el lugar en el que el papa Juan Pablo II ofició una misa, y flanqueado por dos mesas en la que había decenas da velas encendidas, Travez, con micrófono en mano, contó sus vivencias en recorridos por pequeños pueblos "arrasados completamente" donde, dijo, el terremoto dejó a gente sin "nada"

 

El sacerdote compartió que en la ciudad turística de Bahía de Caráquez, la iglesia se había convertido en la cocina, el comedor, la enfermería y los dormitorios de los más necesitados.

 

Comentó que los damnificados no reaccionaban ni cuando se sentían réplicas del terremoto: "Ellos tenían el rostro sin gesticular, yo digo, como una estatua mal hecha. Ni siquiera lloraban porque jamás se imaginaron que eso iba a suceder en el lugar turístico en donde la gente va a descansar y tener momentos de esparcimiento", relató.

 

Añadió que en la población de Canoa, la iglesia se cayó, pero muchas imágenes religiosas permanecieron en pie.

 

En Jama, dijo, vio una escena conmovedora: "maquinaria, ejército, policía y obreros trataban de levantar dos losas pegadas una sobre otra. El primer piso no se había caído, el segundo y tercero sí. Las dos losas aplastaban a una chica de 16 años" que quedó atrapada cuando intentaba ayudar a su abuela, comentó.

 

Hombres, mujeres y varios niños presentes en el homenaje se estremecieron al escuchar que vio a tres hermanos de 14,12 y 8 años que perdieron a sus padres, su casa, todo.

 

Formuló un llamamiento para que continúen la donaciones porque esos niños, como el resto de damnificados, no necesitan compasión: "Nadie vive de tus lágrimas, vive de tu ayuda", subrayó.

 

Conforme narraba sus vivencias, parejas apretaban sus abrazos, madres acariciaban a sus hijos, nietos rodeaban con sus brazos a abuelos, y algunos de quienes fueron solos apretaban con fuerza la vela encendida o las flores, que dejarían luego al pie de la cruz.

 

Trávez, que estaba junto al alcalde de Quito, Mauricio Rodas, y su esposa, se unió en oración con los asistentes, mientras a pocos pasos, manos anónimas y voluntarias, seguían clasificando las donaciones que continuaban llegando entrada la noche.

 

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