Cómo funciona la mente de un ladrón profesional
La mayor parte de los ladrones trabajan con un habilidoso "piloto automático" durante los
Mi júbilo se convierte pronto en una especie de Primero agarro la televisión de pantalla plana, pero se me cae al suelo. El tiempo vuela, así que subo corriendo las escaleras, luego las bajo, las vuelvo a subir.
Agarro un laptop, un teléfono… pero con las prisas me dejo algunos de los objetos más preciados.
Mi cómplice, Claire Nee, me señala una chaqueta que cuelga en una silla, dentro de la que hay una cartera con tarjetas de crédito y llaves que hubiera podido llevarme fácilmente.
Luego, señala el iPad que dejé en la silla y los pasaportes en los cajones. Estoy destrozado:
Al menos no tengo que preocuparme porque me descubra la policía. La casa que estamos robando no es real; está en la pantalla de la computadora y forma parteque puedo controlar con un ratón.
Es la última herramienta que Nee, una psicóloga forense de la Universidad de Portsmouth (Reino Unido), ha estado utilizando para intentar
"En el pasado, porque normalmente no tienen gran educación", dice.
¿Qué te llevarías tú? La simulación de la Universidad de Vrij permite poner a prueba a cualquier persona.
Y esto ha sido un error. Nee ha visto que los ladrones tienen una compleja caja de herramientas cognitivas, con habilidades desarrolladas y automáticas, muy similar a la de un jugador de ajedrez o una estrella del tenis.
Nee empezó su investigación en cárceles, donde preguntó detalladamente a los delincuentes sobre sus fechorías.
Investigó en sus recuerdos con entrevistas y cuestionarios, y mostrándoles fotos y mapas de casas y de calles para intentar que recordaran sus estrategias.
"La mayor parte del tiempo están muy aburridos. Así que están encantados con que alguien se interese por lo que hacen", dice Nee.
En sus experimentos, la investigadora ha mostrado queque les permite aprovechar rápido las oportunidades que encuentran.
Todo empieza mucho antes del día en que cometen el delito. Cuando el ladrón empieza a necesitar dinero, comienza a fijarse en objetivos potenciales durante sus actividades diarias, como pasear al perro, por poner un ejemplo.
Muchos ladrones funcionan en un "piloto automático" que les permite aprovechar al máximo las oportunidades.
Pero y pueden cambiar rápidamente de idea el mismo día si ven otra casa que es de más fácil acceso, porque alguien ha dejado la puerta o una ventana abiertas o porque los propietarios están fuera.
Una vez dentro, , tal y como experimenté yo mismo en mi intento chapucero de robo.
Nee también utiliza una simulación de realidad virtual para pedir a ladrones convictos que demuestren cómo procederían en un robo.
A pesar de lo artificial de la situación, tienden a tomárselo en serio y muestran un comportamiento igual al que tendrían en una casa real.
"¿Qué tan complicado puede ser?", me pregunté a mí mismo mientras entraba en esa casa virtual.
, fácilmente transportables y de mucho valor, de alguna forma mis ojos no se fijaron en ellos.
Mi mente iba de prisa, pero no pude encontrar nada, así que acabé decidiéndome por los objetos grandes y difíciles de manejar.
Mi confusión ofrece un gran contraste con el comportamiento de los ladrones en las simulaciones de Nee, que desarrolló junto con Martin White en la Universidad de Sussex (Reino Unido).
Los ladrones experimentados siguieron en su mayoría la misma ruta por la casa, yendo primero a las habitaciones de arriba y luego a las de abajo.
¿Se llevarán los televisores? Primero las tarjetas de crédito.
Encontraron fácilmente los bolsillos con las carteras y las tarjetas de crédito, así como las ropas de diseño, las joyas y otros pequeños objetos de valor, dejando atrás los aparatos electrónicos que se quedarán obsoletos rápidamente.
Con una media de solo cuatro minutos en la casa, los profesionales acumularon objetos por un valor de cerca de US$1.560 más que el grupo de control con estudiantes que utilizó Nee como comparación.
Sorprendentemente, la mayor parte de los procesos mentales parecieron llevarse a cabo en el subconsciente, dejando más espacio mental al ladrón para lidiar con el riesgo de ser descubierto.
Por este comportamiento rápido, sistemático e inconsciente, Nee compara los robos con otras formas actividades que exigen pericia, desde la música al tenis o el ajedrez.
Los mejores en estas áreas dicen entrar en un estado similar de "fluidez" en el que toman la mayoría de decisiones cruciales sin ser conscientes.
Y al igual que con esos otros tipos de expertos, Nee cree que los robos dependen de complejos "esquemas psicológicos".
Puede que la teoría de Nee parezca un poco abstracta, pero ella espera que sirva para indicar formas prácticas para luchar contra la delincuencia.
Un truco útil podría ser encontrar algo inesperado que rompa el esquema de robo del ladrón.
Teniendo en cuenta las conclusiones de sus investigaciones, no le sorprende que las alarmas ya no sirvan mucho para disuadir a los ladrones; al oír una alarma, la mayoría de los vecinos tardan unos 20 minutos en llamar a la policía, así que no son una gran amenaza.
Y son tan comunes que los ladrones han incorporado su sonido en sus esquemas mentales y pueden seguir robando sin poner atención al sonido.
Nee cree que un truco útil podría ser encontrar algo inesperado que no entre en el guión habitual de un robo, para sacar al ladrón de su proceso mental automático y subconsciente.
"Es probable que algo así les haga abandonar el delito", sugiere Nee.
Hacer sonar una grabación con sonidos de pasos, o incluso algo tan simple como un sonido blanco, puede ser suficiente para distraer y perturbar al ladrón.
Otra idea sería conformar tu casa de una forma distinta para confundir los mapas mentales del ladrón.
"Hay que innovar, porque los ladrones se acostumbran a todo", dice la investigadora.
De momento, hay algunas medidas fáciles que podríamos tomar todos.
Además de lo obvio (acordarse de cerrar las ventanas y las puertas), Nee cree que una de las mejores estrategias es hacer como que siempre hay alguien en la casa.
Si sales a comprar, puedes decir adiós antes de cerrar la puerta para dar la impresión de que hay alguien dentro, aunque no sea verdad.