Presidente, para cuándo el plan petrolero
Daniel Noboa no tendrá luna de miel. La suya ya pasó entre noviembre de 2023 y abril de 2024, acentuada por el apoyo nacional que recibió tras la toma terrorista a TC Televisión y la victoria en la consulta popular de aquel momento.
La gran votación con la que se reeligió hace 10 días no le abre un espacio de transición, sino el apremio con el que tiene que emprender los correctivos que demanda el país en términos de seguridad y economía.
Hablemos de este último tema y enfoquémonos en su núcleo central: la actividad petrolera. Las alertas que salen de las cifras de Petroecuador son alarmantes. Cada semana cae la producción de hidrocarburos. Los 369 420 barriles diarios de los últimos reportes constatan el deterioro de toda la capacidad operativa nacional, puesto que la meta de equilibrio, este momento, debieran ser 550 mil barriles.
Si a eso se suma la caída de los precios del crudo, como consecuencia de la guerra comercial desatada por la administración Trump, las perspectivas de recuperación de la economía ecuatoriana son desalentadoras.
El FMI acaba de anunciar que en este 2025 el crecimiento no será mayor al 1,7%, muy por debajo del 2,5% que estipuló el Banco Central.
Ese desaliento económico se traducirá en falta de recursos para obras, menos empleo y, por lo tanto, bajas expectativas de bienestar general.
Cualquier economista serio le aconsejaría al presidente Noboa que el país no podrá levantarse sin grandes capitales de inversión extranjera, que suelen venir con mayor fuerza en áreas como la hidrocarburífera y la minera.
Es preciso recordar que Ecuador superó su terrible crisis económica, a partir del año 2000, no solo por la confianza en el esquema de dolarización, sino por la construcción del Oleoducto de Crudos Pesados (OCP), con una inversión de más de mil millones de dólares. Como esta fue la última gran inversión petrolera que se hizo en el país, es fácil concluir que han pasado 25 años de una inexplicable postración que ha estado disimulada únicamente por el alto precio del WTI en buena parte de estos dos décadas y media. Los entendidos en esta materia aseguran que para retomar la senda del crecimiento sostenido de esta rama productiva, se necesita una inversión de 11 mil millones de dólares en los próximos años.
Por interés nacional, es fundamental que el Gobierno explique cuáles serán los grandes derroteros que se perseguirán en los próximos cuatro años.
Quizás hay una primera pista: el interés demostrado hace un mes por delegar la operación del campo Sacha a un consorcio público-privado. Sin embargo, es una lástima que el Régimen no haya tenido la fuerza, visión estratégica ni la claridad en las cifras para defender un proyecto de esta magnitud. Fue una oportunidad perdida, pues la caída del precio del petróleo en estos días desaliente el interés privado por invertir en un país como Ecuador, sujeto al riesgo político y la debilidad institucional.
Resulta evidente la postración de Petroecuador que ha acaparado tanto (80 por ciento de la agonizante producción nacional), en condiciones tan poco eficientes. El desastre de Quinindé, por la ruptura de SOTE, es la constatación de que la empresa más importante del Estado no tiene ni protocolos de emergencia oportunos para evitar derrames como aquel. Y ahora, incluso, está a su cargo el manejo del OCP, ya nacionalizado. ¿Otra bomba de tiempo?
Mientras el país, con el impulso del propio Gobierno, se embarca en la aventura de una nueva Constituyente, deja de lado discusiones urgentes y quizás más importantes como esta, la energética.
Todo es cuestión de prioridades, porque sin recursos frescos, el Estado no podrá seguir cubriendo todo el gasto público enorme, mes a mes. Si Noboa no diseña una hoja de ruta clara y determinante en el tema petrolero (y minero), su actual fuerza política y el gran ambiente de gobernabilidad que hoy le sonríe se debilitará en poco tiempo.