Las viudas de Fito
El comunicado de la Cancillería colombiana, negando que su embajadora en Ecuador fue una intermediaria en la supuesta entrega de alias Fito, resta fuerza a los cuestionamientos del correísmo sobre la recaptura de este delincuente. Y pone al expresidente prófugo en Bélgica y a su red mediática en un incómodo lugar.
Otra vez se equivocaron de estrategia y en su afán de golpear políticamente al Gobierno terminaron por convertirse en las viudas de Fito, acrecentando el mito ante la opinión pública -diría el analista Pedro Donoso- de que están del lado de las mafias.
En la guerra del discurso oficial cuentan los hechos y lo que se logra demostrar. En ese sentido, el gobierno colombiano cerró filas por el de Daniel Noboa, validando los dos argumentos que el ministro John Reimberg divulgó el domingo: que la operación de recaptura fue producto del buen trabajo de la Policía y las FF.AA., siguiendo una estrategia de inteligencia. Y que Colombia no apoyó en el operativo.
Seguramente, dirán muchos analistas y hasta el propio correísmo que al presidente Gustavo Petro le conviene que esta sea una versión inobjetable para no ser blanco de más críticas por haberse perdido tres días en Manta, luego de la posesión de Noboa, el 24 de mayo, donde unos sectores de la prensa aseguran que se reunió con Fito (hecho de por sí absurdo) y otros, como el exmandatario Andrés Pastrana, que dicen que estuvo ahí con Luisa González y el asambleísta Jaime Estrada, hijo del exalcalde de esa ciudad.
En todo caso, la posición de Bogotá da oxígeno a Noboa y Reimberg en el sentido de que cualquier versión que circule, como la del medio colombiano Canal Uno, calza dentro de “un trabajo de inteligencia efectiva” para pescar a Fito y detenerlo.
Ante esa realidad, la reacción del correísmo, politizada en extremo y con un afán de revancha, no sintoniza el sentir de gran parte de una población cansada de que la inseguridad sea hoy el eje transversal de su día a día por las muertes que se reportan en sus vecindarios o las extorsiones que destruyen sus negocios.
Las dudas, hipótesis y elucubraciones que Correa, Ricardo Patiño, sus periodistas y troles han tejido para desinflar la importancia que tiene la detención de Fito produce, como se dijo líneas arriba, un efecto contraproducente que lesiona su propia reputación.
La Revolución Ciudadana sabe, porque fue experta en crear un estado de propaganda, que cuando un gobierno tiene capacidad para volver un suceso mediático,, cualquier gestión positiva, la gente le endosa grandes cantidades de apoyo.
De aquello, sobredimensionado o no, se ha beneficiado Noboa y varias encuestas ya lo apuntan. De esta manera, le será más fácil al régimen apuntar que cualquier movimiento que se hizo en torno a la recaptura de Fito: que se habló con él, que se le ofreció garantías, que se aceptó una intermediación de Colombia, etc., resulta perfectamente aceptable si al final el capo está de nuevo en la Roca.
Y, como lo han reiterado en Carondelet, insistirán en que se apure su extradición. Si de momento, esta es su palabra contra la suya, ¿para qué Correa y su gente se exponen otra vez? ¿Acaso no miden los tiempos y la temperatura nacional? ¿No se dan cuenta de que en este ambiente polarizado y efervescente la captura de un narco traerá aplausos, así parezcan desmesurados?
En fin, lo políticamente esencial es exigir al Gobierno que Fito no se vuelva a escapar o que no termine muerto, pues ahora está en manos de las autoridades carcelarias, el eslabón más vulnerable y corruptible de toda la estructura de seguridad nacional. La fuga de Fede, hace poco más de una semana, así lo demostró.