El nerviosismo de Nicolás Maduro

19 ago 2025 , 18:45
Carlos Rojas

Todo indica que a la dictadura venezolana esta vez sí le preocupan las advertencias del Gobierno de EE.UU. Su decisión de involucrarse militarmente en el combate a los carteles del narcotráfico, con el anuncio de que flotas militares de ese país están en las costas del Caribe, ha motivado una serie de mensajes decidores por parte de Nicolás Maduro y Diosdado Cabello, los dos personajes más siniestros de esa infame tiranía.

Maduro ha dicho que el imperialismo volverá a atacarlos; ordenó suspender todo tipo de vuelos de drones y aeronaves tripuladas a distancia en el espacio aéreo de Venezuela; dispuso que los milicianos del régimen (unos 4,5 millones) se movilicen; y, lo más llamativo, confesó que dentro del chavismo hay cobardes que empiezan a generar división en lo que él considera la revolución.

En el fondo está la nueva estrategia del presidente Donald Trump contra esa dictadura que se resume en tres elementos clave:

1.- Disponer el combate abierto a los carteles del narcotráfico en la región.

2.- Asociar al gobierno de Maduro con el cartel de los soles que “envenena con droga” a EE.UU.

3.- Subir a 50 millones de dólares la recompensa a quien le entregue su cabeza.

De esta manera, EE.UU. pretende desestabilizar esa dictadura de manera diferente. El chavismo logró, desde finales de 1998, dominar todos los estamentos internos del Estado venezolano. Por eso aplacó con éxito la protesta ciudadana, destruyó a la prensa, enterró a la oposición e hizo fraudes monumentales en innumerables elecciones. Pero el principal factor de poder y control absoluto radica en el apoderamiento de las Fuerzas Armadas, la única institución capaz de sacar a Maduro del poder.

Por eso, cuando Trump ofrece 50 millones de dólares por su captura, es de entender que semejante cifra lograría que cualquier uniformado flaquee e intente neutralizar al dictador.

Los tiempos políticos para que EE.UU. actúe son óptimos. Gran parte de la comunidad internacional no reconoce su presidencia, pues la oposición, con María Corina Machado y Edmundo González, demostraron el robo descarado de los comicios de julio del año pasado.

Si a eso se suma el declive electoral estrepitoso que sufrieron el kirchnerismo en Argentina, el correísmo en Ecuador y el MAS en Bolivia, luego de las recientes elecciones, Venezuela luce sola en el contexto internacional. El izquierdista Gabriel Boric odia a Maduro y Lula, desde Brasil, ha hecho piruetas para no verse tan cercano.

Y ahora, Diosdado Cabello exige a Gustavo Petro, de Colombia, hacer su parte para combatir a las guerrillas y los narcos en la frontera común, como anticipando la arremetida de EE.UU.

Muchos analistas venezolanos alrededor del mundo han unido todas estas piezas para articular un análisis que, a lo mejor, se sustenta más en el deseo de cambio que en la realidad.

Pero lo cierto es que EE.UU. ha juntado los ingredientes precisos que sí podrían destruir al chavismo con efectividad: la división en las Fuerzas Armadas y la intervención directa de la comunidad internacional.

Tal vez, por eso, Maduro y Diosdado andan preocupados.

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