El drama de un presidente sin opositores
En la destrucción de la política no solo cuenta, como único indicador, la caída de un gobierno en funciones, algo tan común en Ecuador. O el creciente descrédito que reflejan los partidos políticos y, por ende, los parlamentos y foros legislativos.
Es igual de preocupante que los opositores, figura elemental dentro de un esquema sano con equilibrios de poder, dejen de existir. Sobre todo, en momentos de incertidumbre y desaliento, donde siempre cuentan las visiones diversas y el pluralismo. El presidente Daniel Noboa empieza a sentir ese vacío. Como la política se vació de sentido desde mayo de 2023, mes de la muerte cruzada, los ecuatorianos enfocaron sus esperanzas en un solo dirigente.
Guillermo Lasso y toda esa corriente de Centro Democrático, donde se expresaba una gran parte del anticorreísmo, había fracasado. El populismo, el autoritarismo y las mafias maquilladas en los partidos de entonces se encargaron de destruir su gobierno, sin darse cuenta de que con Lasso también se aniquilaban otros dos liderazgos igual de desgastados: Correa y Nebot.
Entonces, quedó Noboa quien supo leer muy bien el momento por el que atravesaba. Por tanto, se esmeró en ser el rostro absoluto de la política nacional. Así se coronó en la reelección de abril, sin pensar que, en tan solo siete meses, esa fortaleza hoy se ha convertido en su principal debilidad.
A los gravísimos problemas de gestión administrativa que lo atormentan se suman los índices de criminalidad que estallan por todos lados. Y como la oposición se ha debilitado tanto, el Gobierno es el único responsable de lo que ocurre en el país.
Los resultados de la consulta popular expresan el descontento. La flamante ministra de Gobierno, Nathaly Morillo, dice que empezará a dialogar y a buscar acuerdos multisectoriales. Se entendería que, en el plano legislativo, el único interlocutor que por ahora le daría resultados es el correísmo, necesario para hablar de una agenda de reformas legales de las que todavía no se tiene idea.
Otro escalón para conversar son los alcaldes y prefectos. Curioso acercamiento cuando el Régimen, ante su falta de contradictores, ha sido sistemático en confrontar con los alcaldes de Guayaquil y de Cuenca, en especial. Y ahora con el de Quito. ¿Hay espacio para la reconciliación? Esta pregunta es igual de válida a la hora de pensar en un eventual diálogo entre Noboa y las organizaciones sociales, luego de 31 días de paro.
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El desencuentro y el nivel mutuo de agresión que supuso esa jornada agotadora en Imbabura no vislumbran el nacimiento de una agenda constructiva, al menos el corto plazo. La derrota de la consulta, por el contrario, vuelve a Noboa más susceptible a que se despierten episodios de protesta social.
De manera que un presidente tan poderoso como el que surgió en la victoria presidencial de abril hoy debe hacer frente al cúmulo de problemas de la nación y donde ya no figuran los contradictores.