¿El correísmo está destruido? Tal vez, sí
La Revolución Ciudadana tiene dos crisis enormes que le causarán un irremediable estallido. Una de reputación y otra que es consecuencia de su sed de impunidad.
Ambas crisis están interconectadas. Esta semana fue noticia relevante la filtración de una parte del expediente de Fiscalía sobre las investigaciones al asesinato de Fernando Villavicencio.
Su contenido es escalofriante, pues una de las versiones recabadas pone a Jorge Glas, José Serrano y Ronny Aleaga en la lista de los supuestos autores intelectuales de ese crimen, así como a Xavier Jordán y Daniel Salcedo.
De esta filtración se ha cuestionado el interés y la oportunidad de determinados sectores políticos porque la prensa divulgue semejante información, afectando incluso el proceso penal. Es una apreciación que vale la pena tomar en cuenta.
Sin embargo, aquello no suaviza el golpe demoledor a la reputación del correísmo que significaron estas revelaciones.
Los comicios de segunda vuelta, en los que Daniel Noboa venció por más de 11 puntos a Luisa González, demostraron que la ciudadanía tiene muchas dudas sobre los nexos delictivos de algunas estructuras de la Revolución Ciudadana.
Por eso es que en estas elecciones, al igual que en 2023 y 2021, sus candidatos no han podido sacar provecho del relato de los 10 años de prosperidad del gobierno de Rafael Correa. En el fondo, el fantasma de la corrupción los acompaña de forma permanente.
Su crisis de reputación se agrava porque dentro de la RC5 no se produce un solo intento de auto depuración. Todo lo contrario, persiste el espíritu de cuerpo en aras de que la justicia ecuatoriana anule sus juicios.
No importa que el correísmo represente el 44% de los escaños parlamentarios o que ADN lo haya silenciado en el Pleno, práctica cuestionable por cierto, pues, para la gente, la Revolución Ciudadana sigue tapando graves delitos y sus acciones buscan beneficiar a los personajes señalados.
Mientras esto no cambie, el país justificará cualquier maniobra de sus adversarios, vista como una revancha necesaria.
Los chats de la Liga Azul revelaron que dentro de ese movimiento político, sus líderes y mandos medios se mueven en función de la intriga, las asechanzas y el desprecio de unos contra otros. Y que el único incentivo es figurar ante el caudillo prófugo en Bélgica para que este les autorice a ser candidatos.
Todos los actos de corrupción mostrados por la Justicia local y la de EE.UU., como ocurrió con Carlos Polit, no motivaron un proceso interno de sanación porque aún se podía mantener viva la llama del lawfare. Sin embargo, las revelaciones de Augusto Verduga les obligaba a tomar medidas drásticas.
No lo han hecho y mientras eso no ocurra, no habrá proyecto de ley o discurso político que redima a esta agrupación. Sus opciones de crecimiento electoral seguirán menguadas, más aún si los alcaldes de Quito y Guayaquil fracasan en sus agendas y no despejan sus líos judiciales. Peor si cuadros relevantes como Marcela Aguiñaga deciden separarse, porque simplemente Correa perdió los papeles.