Apuntes sobre la fiscal Diana Salazar

21 may 2025 , 10:56
Carlos Rojas

Sin lugar a dudas, se convirtió en el personaje más importante de estos ocho años. Un período complejo que separa la salida de Rafael Correa del gobierno y la consolidación de Daniel Noboa.

Diana Salazar fue más poderosa que Lenín Moreno y Guillermo Lasso, juntos, porque con el ciclo que ella acaba de cerrar, termina también una etapa agotadora en el que el centro de la órbita política fue el clamor ciudadano porque la justicia tomara cuentas a quienes desfalcaron el Estado y le inocularon miedo y toda clase de atropellos.

Desde que anunció en un corto video su renuncia irrevocable, las redes sociales se convirtieron en una caldera. Elogiaron su valentía, perseverancia y enfoque. Otros, los más correístas del ciberespacio, la calificaron de sesgada y manipuladora.Pero el balance de fondo es mucho más profundo que militar a favor o en contra de Diana Salazar. Su legado debe tasarse en términos institucionales, porque nunca en la historia la Fiscalía General de la Nación ha sido tan importante como en el sexenio que acaba de concluir.

Sería el colmo que, en términos de opinión pública, la Revolución Ciudadana añore y reivindique la oprobiosa gestión de Galo Chiriboga. Y que sea incapaz de recordar que fue su siguiente fiscal, elegido a dedo, Carlos Baca Mancheno, a quien no le quedó otra opción que rasgar el velo de impunidad y acusar a Jorge Glas de corrupto, en el caso Odebrecht, cuando todavía era Vicepresidente de la República.

Antes de que Diana Salazar fuera designada, los escándalos de ese largo gobierno se notaban a leguas. Por eso, en una jugada decente, Baca Mancheno sacrificó su cargo, con tal de mostrar al país de lo que eran capaces el excontralor prófugo, Carlos Pólit, y el entonces presidente de la Asamblea, José Serrano.

Correa y compañía eran conscientes de que el país ya no permitiría que esa zaga de dos o tres fiscales de floja reputación que antecedieron a Salazar pudiera quedarse en ese cargo. El mandato de la consulta popular de 2018 los frenó a raya. Nunca una institución vinculada a la Justicia asestó tantos golpes, dio tantos resultados y soportó tanto asedio, como la Fiscalía de Salazar. Impidió que lo de Odebrecht se desvaneciera, destapó la olla pestilente de Arroz Verde, rebautizada como el Caso Sobornos, enjuició al contralor subrogante Pablo Celi de La Torre, quien hábilmente se alineó con la agenda de Moreno y Julio César Trujillo y parecía ser amigo de la Fiscal.

Puso contra las cuerdas a los Bucaram quienes le profirieron los peores insultos y fue la cabeza más valiente del Estado en la lucha contras las mafias. ¿Habrá que censurarle por haber metido en la cárcel a Wilman Terán y a Pablo Muentes? ¿O por tenerle por los tejados a Ronny Aleaga? ¿Ser la enemiga número uno de Xavier Jordán es una afrenta o una condecoración?

Bueno, esta es la vara que deja tras seis años agotadores de trabajo. Muy alta y que, el país en su conjunto, debe velar porque quien la reemplace sea igual o mejor. Andrés Fantoni, como cabeza del Cpccs, tiene menuda tarea.

Que Salazar se equivocó, por supuesto que lo habrá hecho. Nunca cayó bien que se hayan allanado las oficinas de la Corte Nacional, horas después de que dos juezas que aceptaron una hábeas corpus a Wilman Terán.

La misma familia de Fernando Villavicencio la acusó de no apretar el acelerador en la investigación de su asesinato.

Dirán que se movió con un excesivo cálculo político, bajo la tutela de EE.UU, pero lo cierto es que mientras que el Cpccs, bajo la orden de la Liga Azul –hoy desarticulada por ella-, buscaba destituirla por el supuesto plagio de su tesis, en la Asamblea se contaban los votos para el juicio político. Sí, la bancada de la RC5 quería su cabeza mientras salvaba al polémico expresidente de la Judicatura.

A Salazar no le quedaba más remedio que medir cada uno de sus pasos para evitar que toda su agenda destinada a destapar la corrupción, cercar a las mafias y darle alguna certeza al país se trunque.

La historia sabrá valorar y poner las cosas en su lugar. Y para que su legado se analice en su justa medida, habrá que ver cómo trabaja Wilson Toainga, mientras se nombra al fiscal titular, ojalá sin amarres políticos.