¡Ayuda urgente para El Nacional!
En Ecuador, hablar de El Nacional es hablar de historia pura. Del único bi-tricampeón, formador de ídolos, cuna de leyendas. De un equipo que representaba la disciplina, el orden, y que, con orgullo, enarbolaba la bandera de "solo ecuatorianos".
Pero esa historia gloriosa no alcanza hoy para comprar comida ni pagar el arriendo. Porque hoy El Nacional no solo está perdiendo partidos. Está perdiendo su dignidad institucional.
Lo que ocurre en el club criollo no es una mala racha deportiva. Es una crisis humanitaria. Jugadores que llevan nueve meses sin cobrar, compañeros desalojados de sus hogares, entrenamientos suspendidos por hambre y desesperación.
Testimonios como los de Jonathan Borja y Djorkaeff Reasco no deberían pasar desapercibidos ni normalizarse. Duelen. Y deben indignarnos.
Borja fue contundente: "Ni en un equipo de Segunda se pasan las cosas que estamos viviendo en el club". Y no es exageración. Este equipo, considerado uno de los cuatro grandes del país, con 13 títulos en su palmarés, vive al borde del colapso, sumido en una deuda que amenaza no solo su permanencia en la Serie A, sino su existencia misma como institución profesional.
El Nacional ocupa la undécima posición en la LigaPro 2025, apenas a dos puntos del cuadrangular por el descenso. Y mientras sus futbolistas luchan por sumar puntos, también luchan por sobrevivir. Por conseguir un plato de comida. Por no dormir en la calle.
¿Cómo se compite así? ¿Cómo se exige rendimiento a alguien que no sabe si podrá comer al día siguiente?
Lo más grave es que la respuesta de la dirigencia ha sido tan fría como irresponsable. Marco Pazos, presidente del club, ha llegado a decir que prefiere pagar otras deudas antes que cumplir con los sueldos de "estos chicos".
¿Es que no se da cuenta de que esos chicos son los que le están poniendo el pecho a la crisis? ¿Que ellos son quienes, con profesionalismo a pesar de todo, siguen entrenando, compitiendo, y defendiendo los colores de una camiseta manchada por la inoperancia?
Cierto es que la crisis de El Nacional no empezó con Pazos, pero si se lanzó de candidato a presidir el club, lo lógico sería que resuelva los problemas que aquejan a la institución.
Por ejemplo, sus cinco fichajes no pudieron ser inscritos y no podrán jugar por incumplir con el control económico de la LigaPro. Y ya no se puede tapar el sol con un dedo: El Nacional es una bomba de tiempo que solo se sostiene por la valentía de sus futbolistas.
Ante este panorama, aparece un rayo de esperanza: Antonio Valencia, el excapitán de la Tri y del Manchester United, ha manifestado su sueño de presidir El Nacional.
Lo dice con nostalgia, recordando aquella conexión mística entre el club y el Ejército. Una conexión que, en su momento, garantizó estructura y orgullo. Pero su proyecto, por ahora, es solo una ilusión. Y mientras tanto, la realidad golpea con fuerza.
Esta columna no es un reclamo a la hinchada —que ha sido fiel pese a todo— ni una mirada romántica al pasado. Es un grito de auxilio por los jugadores, los verdaderos damnificados de una dirigencia que no ha estado a la altura de las urgencias. Porque ellos no son culpables de esta crisis, sino víctimas. Y necesitan ser escuchados, respaldados y, sobre todo, pagados.
El Nacional no merece desaparecer. Pero mucho menos merecen desaparecer los sueños y derechos de los que hoy defienden su escudo.