100 años de historia y fidelidad: Barcelona es su gente
Este 1 de mayo, Barcelona Sporting Club cumple 100 años de historia. Un siglo cargado de gloria, pasión, derrotas dolorosas y victorias épicas. Un siglo en el que el club canario se convirtió no solo en el más veces campeón del Ecuador, sino en un fenómeno social transversal: Barcelona no es solo un equipo, es pueblo, es símbolo, es identidad nacional.
Y sin embargo, como ocurre en este país que a veces sufre de memoria corta, en vez de celebrar colectivamente este hito, algunos periodistas han preferido señalar con el dedo.
“El equipo más popular del país y no llenó su estadio en su centenario”, han dicho. “Qué decepción su hinchada”, comentan desde la comodidad de un teclado, como si 30 mil personas en una noche a mediados de semana no significaran nada, como si el calor de la devoción se midiera por metros cuadrados ocupados.
Esos juicios de valor no solo son injustos, son ignorantes del contexto y de la historia. Porque si hay algo que ha sostenido a Barcelona en estos 100 años, más allá de excelentes jugadores, dirigentes y los títulos: es su gente. Esa hinchada que ha llenado el Modelo, primero, y el Monumental, después, en noches gloriosas y también cuando el club no peleaba nada.
Barcelona es su gente, esa misma que ha hecho caravanas por tierra para ver a su equipo en el campeonato nacional y en la Copa Libertadores, que ha llorado eliminaciones, que ha hecho vigilia por los jugadores, que ha cantado cuando lo fácil era callar; esa gente que ha sufrido más de lo que ha gozado y que, a pesar de todo, ahí sigue.
¿De verdad alguien cree que Barcelona se convirtió en el ídolo del Ecuador solo por haber ganado partidos? No. Lo es porque representa al pueblo que se levanta después de cada caída, al obrero, al emprendedor, al estudiante, al jubilado, al taxista, al empresario, al rico, al pobre, al cholo, al aniñado.
La idolatría -los jóvenes periodistas deportivos deberían saberlo- no se mide en una fiesta, se mide en la adversidad, en la historia vivida.
Pero hablemos de la fiesta del centenario: ¿se llenó el estadio? No. Asistieron "solo" 30 mil personas y con eso se llena cualquier otro escenario del país, no el Monumental.
Pero, ¿es culpa del hincha? Tampoco. ¿Por qué no hacerla hoy 1 de mayo, cuando verdaderamente se cumplen los 100 años, y estamos a víspera de un feriado, en lugar de una noche antes, laborable, con entradas costosas, y sin alternativas reales de transporte o seguridad para volver a casa de madrugada?
¿Quién falló ahí: el pueblo o la planificación? Los periodistas que critican a la hinchada omiten a conveniencia decir esto. ¿Temen una reacción dirigencial?
No confundamos las cosas. La gente de Barcelona no necesita que nadie le diga cómo amar a su club. No necesita dar exámenes de fidelidad cada temporada. Porque su respaldo no está en la asistencia a un evento puntual, sino en el aliento perpetuo de generación en generación. Barcelona no es trending topic: es cultura popular viva.
Por eso, hoy más que nunca, hay que alzar una copa por Barcelona y por su gente. Por esos miles de miles que, aún sin poder ir, lo celebran desde su barrio, su casa, su puesto de trabajo, con el corazón.
Por esos que estuvieron cuando se perdía, cuando no había plata, cuando no había ni equipo, cuando casi se van a la serie B, por esos que lloraron al perder dos finales de la Libertadores. Por esos que siguen y seguirán alentando, pase lo que pase.
Barcelona es grande porque su gente lo ha hecho grande. Por eso bien dicen que "Barcelona es pueblo". Salud, honor y respeto a sus hinchas en estos 100 años. ¡Feliz centenario, ídolo del Ecuador!