31 mar 2014 , 08:18

Google celebra los 100 años del natalicio de Octavio Paz con un doodle

El nobel mexicano es homenajeado hoy con un doodle que representa sus famosos topoemas.

Los cien años que hoy cumpliría Octavio Paz son razón más que suficiente para que el doodle de Google homenajeé al escritor, poeta, ensayista y político mexicano. Para ello, Google utiliza una imagen tan difícil de catalogar como la obra del escritor.

 

El surrealismo, el incoformismo y el mundo onírico de Octavio Paz queda reflejado en una ilustración que intenta dibujar los famosos topoemas que el poeta mexicano inventó.

 

La obesión de Octavio Paz de huir del tiempo le llevó a crear una poesía espacial que el propio autor bautizó como 'topoemas', la conjugación de topo más poemas. Una poesía opuesta a la poesía temporal y discursiva. Una poesía casi metafísica, como el doodle que Google dedica al autor.

 

La poesía es memoria de los pueblos, además "de gran fabricante de fantasmas", afirmaba Paz, quien abogaba en sus entrevistas por un pensamiento político liberal, al estilo de Cervantes, y en el que se aunasen lo mejor de las libertades individuales y del socialismo.

 

El escritor evolucionó desde el izquierdismo de su juventud a posiciones liberales, como las que exponía en público en 1996, dos años antes de su muerte, al declarar que los intelectuales deberían elaborar una nueva ideología que fusionase lo mejor de los dos grandes sistemas políticos del siglo XX.

 

"Es facultad de la clase intelectual, sobre todo de los jóvenes, el tratar de elaborar un nuevo pensamiento político en el cual se puedan unir las dos grandes tendencias y pensamientos que surgieron el siglo pasado", manifestaba el autor de obras como "El laberinto de la soledad" y "A la orilla del mundo".

 

Paz consideraba que el "vacío histórico" generado en el mundo tras el derrumbe del socialismo totalitario provocó aún más injusticias.

 

"La solución del mercado libre, en primer lugar, no es una solución, sino que ha marcado profundamente la injusticia, porque es un mecanismo ciego", opinaba el premio nobel de literatura de 1990.

 

Las derivas autoritarias del siglo XX fueron uno de los grandes caballos de batalla de este intelectual de fuertes conexiones con lo real, que viajó a España para apoyar la República, vivió años desordenados en Nueva York y San Francisco entre 1943 y 1945 y renunció a su estatus de embajador de México en la India en 1958 por la matanza de la plaza de las Tres Culturas.

 

En su discurso de aceptación del Premio Cervantes, en 1982, reflejaba su simpatía por la tradición liberal española, una postura que le granjeó críticas de la izquierda mexicana y latinoamericana, porque iba unida a su denuncia de los regímenes comunistas.

 

Paz habló de cómo el héroe de los "Episodios nacionales" de Galdós, Salvador Monsalud (liberal), y su oponente, Carlos Garrote, un carlista de la España de la religión y los fueros, podían representar una lucha, que es la sustancia de los pueblos iberoamericanos.

 

Reivindicaba la libertad para todos los hombres y decía que sin libertad la democracia es despotismo y que sin democracia la libertad es una quimera.

 

Para él, Cervantes era el escritor que encarnaba mejor los distintos sentidos de la palabra "liberal", "ya que con él comienza la crítica de los absolutos".

 

Todo ello a través de una lengua, "una realidad no menos decisiva que las ideas que profesamos o que el oficio que ejercemos. Decir lenguas -explicaba- es decir civilización, comunidad de valores, símbolos, usos, creencias, visiones, preguntas sobre el pasado, el presente y el porvenir...".

 

Y en 1992 señalaba los problemas más graves de Latinoamérica con palabras que suenan actuales: "La pobreza, la educación y la autonomía cultural".

 

Nacido en Ciudad de México en 1914, descendiente de emigrantes españoles -el apellido Paz es de origen gallego y por parte de madre sus antecedentes provenían de Andalucía-, visitó España en numerosas ocasiones.

 

El poeta relataba en una entrevista, al cumplir 80 años, que de niño leía en la biblioteca de su abuelo, el escritor y periodista liberal Irineo Paz, a Lope de Vega y a otros autores clásicos españoles del siglo XVII.

 

Por eso manifestaba al recibir el Nobel de Literatura en 1990: "Me siento descendiente de Lope y de Quevedo, como cualquier español..., pero no soy español".

 

Ya en la universidad, leía a los poetas modernos: la generación del 27, Juan Ramón Jiménez y Antonio Machado, Gerardo Diego, cuya poesía le "deslumbró y marcó", así como a Rafael Alberti, Jorge Guillén y Luis Cernuda.

 

Y la poesía constituía para él el nexo de unión de lo personal y lo universal, como subrayaba en una de sus últimas entrevistas, en 1997, con motivo de la edición de toda su obra poética.

 

"La poesía es la memoria de los pueblos, pero también es aquella parte secreta del alma de cada uno de los pueblos, en la cual de alguna manera muy oscura y muy ambigua se refleja y se perfila el futuro", decía.

 

Pero la poesía era también " gran fabricante de fantasmas" en lo tocante a la memoria personal, añadía.

 

"La memoria actúa de un modo muy extraño, porque actúa dividiéndonos de un modo caótico, la memoria va creando al personaje. Cuando yo comencé a escribir, traté de escribir y resucitar esos instantes privilegiados de sentimiento de placer", explicaba.

 

"Fui creando un personaje, al hombre, al adolescente, al hombre maduro, al hombre en las puertas de la vejez, al hombre ante la muerte, al que le han pasado todas esas cosas que yo cuento en mis poemas, no sólo yo, todos los poetas", advertía.

 

Y recordaba que la mejor definición de lo que significa ser un buen poeta la dio Juan Ramón Jiménez cuando estableció que sus libros estaban dedicados "a la inmensa minoría". 

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