25 jul 2013 , 02:32

La iluminación embellece al Puerto Principal en la noche

Guayaquil es una ciudad que no se apaga con la llegada de la oscuridad, al contrario, resplandece

Cae la tarde y Guayaquil sigue brillando con la misma intensidad. La ciudad no se apaga con la llegada de la oscuridad, al contrario, resplandece. Es como si se descubriera una nueva urbe, una que se disfruta solo cuando el sol se ha ido.

 

Las luces reflejadas en el estero dan un ambiente romántico al paseo por el Malecón del Salado, como solían apreciar nuestros abuelos, pero con un nuevo paisaje: el puente del velero iluminado y la fuente de aguas danzantes han llenado de vida la noche guayaquileña.

 

En el centro, la gran catedral luce diferente. Con las luces se puede apreciar sus detalles arquitectónicos propios del estilo neogótico.

 

Un par de calles más arriba, el Palacio Municipal luce imponente y es sin duda una de la edificaciones más hermosas del paseo nocturno guayaquileño. La Plaza de la Administración y el monumento a la Fragua de Vulcano lo dividen del edificio de la Gobernación del Guayas.

 

Dentro del Malecón 2000 se encuentra la antigua Torre Morisca que alberga al reloj municipal, cuya campana volvió a sonar a inicios de este mes. Como si fuera una postal, tiene de fondo las orillas del río, allí Simón Bolívar y San Martín reciben a los visitantes en La Rotonda, donde las familias se reúnen para disfrutar del clima fresco de la noche guayaca, propia del mes de julio.

 

Regresando a los primeros años de la cuidad, en el Cerro se respira historia, sus balcones y calles empedradas como la Numa Pompilio Llona, estas lo trasladarán al pasado.

 

El movimiento de la gran cosmopolita llevan a uno a las escalinatas Diego Noboa. En ellas se aprecia el ir y venir de los transeúntes que buscan diversión, música y tertulias. Aquí es donde se calienta la noche guayaquileña, 

 

La ciudad de las luces ecuatoriana, esa es Guayaquil.

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