01 jun 2015 , 04:59

AC/DC arrasó en Madrid con espectacular concierto

Los australianos demostraron su poderío musical ante 50 mil personas en el estadio Vicente

Más sabe el diablo por viejo que por diablo y, a la espalda de dos de los grandes templos de la capital española, La Almudena y San Francisco el Grande, los australianos celebraron en el estadio Vicente Calderón un concierto de grandes éxitos sin riesgos, como probablemente ambicionaban las almas cautivas que, a unos 90 euros por entrada, agotaron todo el aforo en apenas dos horas de venta.

 

Esta mítica banda mostró un vigor inquebrantable pese a sus más 40 años de trayectoria y a una lista de bajas que a otros grupos les habría quebrado el soporte como músicos. 

 

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Igual que en 1980, cuando salvaron el repentino fallecimiento del carismático Bon Scott con su actual vocalista, el excelente Brian Johnson, la maquinaria en directo no se resintió de la ausencia de Malcolm Young, el cerebro en la sombra, aquejado de un proceso de demencia, ni del baterista Phil Rudd, encausado por posesión de droga y por amenazar de muerte a uno de sus empleados.

 

Y es que al pie del cañón sigue el señor de estos lares infernales, el más joven de los Young, con su "look" de estudiante escolar, su "paseo del pato" heredado de Chuck Berry y, sobre todo, una guitarra chisporroteante que siempre y en cada uno de los temas tiene la última palabra.

 

A su vera, dos viejos conocidos suplen los puestos vacantes: Chris Slade a la batería y Stevie Young, su sobrino, sustituye a Malcolm a la guitarra rítmica, como ya hiciera brevemente en una gira en 1988.

 

Hiperpuntuales a la cita, cuando el reloj marcaba las 22 horas y bajo una luna casi llena, un meteorito cruzaba el gigantesco tríptico de pantallas del escenario con forma de hangar en dirección a la Tierra, para impactar precisamente con la canción que da título a ese disco.

 

A partir de entonces, no se esperó mucho tiempo para que sonaran las ráfagas más candentes de "Shoot to thrill" o "Back in black", corte que dio título al tercer disco más vendido de la historia de la música, por detrás de "Dark side of the moon" de Pink Floyd y "Thriller" de Michael Jackson.

 

"¡Thunder! ¡Thunder!", rugió el público al inicio de "Thunderstrucks", con Johnson hincando la rodilla en una especie de llamamiento vikingo al combate por el derecho de descanso en el Valhalla, antes de que repique la gigantesca campana de "Hell bells" o el público baile la más blanca y festiva de sus canciones, "Shook me all night long".

 

Por lo demás, y hasta llegar al final, escasez de originalidad en los recursos escenográficos en favor del músculo y el poderío, tanto en el sonido, con cinco inmensas columnas de audio, como en la luminotecnica, con un atronador castillo de fuegos artificiales.

 

 

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