10 abr 2020 , 09:31

Gobierno de Nicaragua desafía al coronavirus con procesiones de Semana Santa

Mientras la Iglesia pide a los fieles quedarse en casa, el régimen oficial da libertad.

Nazarenos, soldados romanos, vírgenes dolorosas, una Verónica y una Magdalena estaban listos este lunes santo para subir a las lanchas que flotaban en las aguas del Gran Lago Cocibolca, en la ciudad colonial de Granada, al sur de Nicaragua. Eran decenas de actores que representaron una Judea acuática, una de las 800 actividades organizadas por el Instituto Nicaragüense de Turismo (Intur) para “reposicionar” al país como destino en medio de una crisis global sin precedentes que tiene a gran parte del mundo en aislamiento.

 

 

La Judea acuática era, también, la respuesta de las autoridades a la decisión de la Diócesis de Granada de cancelar su tradicional Viacrucis Acuático para prevenir brotes de Covid-19. Granada es uno de los principales destinos turísticos del país y esta Semana Santa se ha convertido en el mejor reflejo de la situación que viven los nicaragüenses: mientras la Iglesia católica suspendió todas las procesiones y misas presenciales a nivel nacional para evitar contagios masivos, el Gobierno de Daniel Ortega y su esposa y vicepresidenta Rosario Murillo han convocado a una serie de eventos para suplantar las tradiciones de cuaresma.

 

“Esta primera Judea acuática es una manera de fortalecer la fe para regresar a casa llenos de paz y tranquilidad”, exaltó Julia Mena, la alcaldesa sandinista de Granada. En el evento había unos 400 simpatizantes del Gobierno, a quienes la propaganda gubernamental calificó como “devotos”. Además de las lanchas para los actores, unas treinta embarcaciones más fueron dispuesta para trasladar a los simpatizantes. “Semana Santa en familia, protegiendo y defendiendo la vida”, se podía oír en los eslóganes del Intur.

 

Pese a la emergencia sanitaria mundial, el Gobierno de Ortega no ha impuesto cuarentena, ni cierre de fronteras, ni suspensión de actividades, ni cancelación de clases presenciales. En Nicaragua, hasta la fecha, solo se reconocen oficialmente siete casos positivos de coronavirus y un fallecimiento. Desde la llegada del virus a la región, el régimen sandinista ha ejecutado una política que no solo minimiza la gravedad de la pandemia, sino que busca silenciar cualquier atisbo o señal de preocupación por el coronavirus.

 

Las primeras medidas del Gobierno frente a la pandemia sorprendieron al mundo: convocaron a una marcha llamada Amor en tiempos del Covid-19, en los puertos del país tenían a niños recibiendo cruceros cargados de turistas y, días después, lanzaron jornadas de “visitas casa a casa” para concientizar a la población sobre el virus. Las autoridades sanitarias han ordenado a los doctores no usar equipos de protección como mascarillas, alegando que causa “alarma entre los pacientes”. Simpatizantes sandinistas incluso han llegado a agredir a personas en las calles porque usan mascarillas y guantes de látex. Ciudadanos han denunciado que las estructuras partidarias en los barrios “los espían”, y luego mandan a trabajadores sanitarios a explicarles que “no es necesario usar protección”

 

Públicamente, el Gobierno ha intentado vender la idea de que el virus no se propagará en el país porque “el sistema de salud nicaragüense es público y no privado”. Y, en el más disparatado de los argumentos, uno de los voceros oficiales aseguró que el nuevo coronavirus es “el ébola de los ricos”, y que a los pobres no puede contagiarlos. Junto con estas medidas, la vicepresidenta Rosario Murillo ordenó redoblar las actividades de su Plan Verano 2020.

 

“Para el disfrute de las familias, turistas, visitantes”

El Intur es el encargado de ejecutar los designios veraniegos de la vicepresidenta. El ente gubernamental publicó una “cartelera turística” que incluye 800 actividades, entre ellas procesiones, misas campales, peregrinaciones y otras tradiciones católicas, como las “alfombras pasionarias de aserrín” del barrio indígena de Sutiaba, en León, donde los artesanos recrean las 14 estaciones de la Vía Sacra sobre las calles.

 

El pasado 16 de marzo, dos días antes de que se confirmara el primer caso positivo de Covid-19, la Conferencia Episcopal de Nicaragua (CEN) limitó las actividades de Semana Santa. Pero con la aparición de más contagios, decidieron cancelar de plano las procesiones, y optaron por transmitir misas a través de las redes sociales. “No escuchen invitaciones equivocadas y engañosas que pueden llevarlos a contagiarse de esta terrible enfermedad”, advirtió el obispo Silvio Báez desde Roma, donde ha tenido que exiliarse a causa de las presiones que recibió de la administración sandinista.

 

Ante la falta de una política de aislamiento social, la mayoría de la población se impuso una cuarentena voluntaria desde que fue anunciado el primer caso positivo. Los colegios privados suspendieron las clases, los restaurantes cerraron sus puertas, los supermercados endurecieron sus políticas para evitar desabastecimiento, varias zonas francas decidieron cerrar operaciones y empresas privadas recurrieron al teletrabajo. Aunque los mercados siguen funcionando, lo hacen en baja intensidad. Las calles de las principales ciudades de Nicaragua lucen desiertas. Solo las actividades gubernamentales agitan las calles. En las playas, que durante Semana Santa se abarrotan, la asistencia de personas es mínima.

 

Las recomendaciones del clero católico también fueron acatadas por los creyentes. Con las iglesias vacías y las procesiones suspendidas, el Gobierno movilizó recursos del Intur para suplantar las tradiciones cuaresmales en los distintos departamentos del país.

 

“El Gobierno siempre ha manipulado el aspecto religioso, nuestras tradiciones, procesiones y celebraciones que realizamos. Nicaragua un pueblo con una religiosidad bien enraizada, y el gobierno siempre ha tratado de apropiarse de ello”, dijo a EL PAÍS Winder Morales, sacerdote de la Diócesis de Granada. “Y lo sigue haciendo en tiempo de pandemia. Es una total irresponsabilidad, porque exponen a niños y ancianos”, agregó.

 

Este martes, la Organización Panamericana de la Salud (OPS) criticó por primera vez la actitud del Gobierno frente a la epidemia: “Tenemos preocupaciones en cuanto a la falta de distanciamiento social, las aglomeraciones masivas, tenemos preocupaciones sobre las pruebas, el rastreo de contactos, sobre el reporte de casos. También nos preocupa sobre lo que vemos cómo inadecuado, en cuanto a control y prevención de la infección”, señaló Carissa Etienne, directora del organismo.

 

El Gobierno prohíbe un proyecto de prevención sanitaria

En Matagalpa, unas de las principales ciudades del norte Nicaragua, el obispo Monseñor Rolando Álvarez propuso, en vez de procesiones, instalar seis centros médicos de prevención con 15 médicos voluntarios, y un call center para hacer frente a la epidemia de Covid-19.

 

“Hasta la fecha el Ministerio de Salud ha notificado la existencia de seis casos positivos. Ante esto, en la diócesis de Matagalpa ha surgido la iniciativa, pero este proyecto no está pretendiendo atender los casos críticos porque no tenemos esa capacidad y tampoco estamos pretendiendo sustituir la labor del Estado. No podemos nosotros sustituir en ningún momento al Estado”, explicó el obispo Álvarez.

 

Sin embargo, horas después del anuncio, el Ministerio de Salud prohibió al prelado su proyecto de prevención. “El Minsa me acaba de notificar que no puedo llevar adelante el proyecto de los Centros de Prevención Médica, ni siquiera el call center. Quiero dejar constancia ante el pueblo que nosotros como diócesis quisimos trabajar por la salud de nuestro pueblo y no nos han permitido”, denunció el religioso en su cuenta de Twitter.

 

En cadena nacional, la misma vicepresidenta Murillo criticó la iniciativa de Álvarez, a quien acusó sin nombrar de “hacer teatros” y dijo que sus planes eran “enfermizos y decadentes”.

 

En Granada, la Judea acuática del lunes santo finalizó en la fortaleza San Pablo, construida en 1780 para proteger la ciudad de los ataques piratas. La jornada cerró con una oración de la alcaldesa Julia Mena: “Le agradecemos a Dios porque ha puesto sus ojos en Nicaragua, en esta ciudad”. (EL PAIS)

Noticias
Recomendadas