28 sep 2013 , 05:00

No saber nadar mata más niños en Vietnam que los accidentes o los virus

   

Según datos gubernamentales, alrededor de diez niños mueren ahogados cada día.

No saber nadar es causa de más muertes infantiles en Vietnam que cualquier enfermedad infecciosa o que los accidentes de tráfico porque, según datos gubernamentales, alrededor de diez niños mueren ahogados cada día.

 

Tran Dinh Vinh, un niño de 7 años, sujeta orgulloso un diploma que acredita su éxito en el examen de natación que acaba de realizar en la piscina desmontable instalada en su escuela en las afueras de Danang, en el centro de Vietnam.

 

Su abuelo, Nguyen Huu Quang, observa con evidente satisfacción la pequeña hazaña de Vinh.

 

"El año pasado se examinó pero no aprobó. Es importante para él porque vivimos en una zona que se inunda a menudo en la temporada de lluvias", afirma el familiar.

 

El pequeño es uno de los 27.000 chavales que en los últimos cinco años se han beneficiado de los cursos de natación del programa SwimSafe (nadar con seguridad), en el centro de Vietnam, patrocinado por el Gobierno australiano y la ONG Alianza para Salvar a los Niños (TASC, en sus siglas en inglés).

 

"Muchos niños no saben nadar porque sus propios padres no aprendieron. A menudo tienen que cruzar ríos o pasar cerca de estanques bastante profundos para ir al colegio y siempre existe el peligro", explica Do Thi My Hoa, responsable del proyecto SwimSafe en Vietnam.

 

TASC calcula que cada año mueren más de 10.000 niños ahogados en los más de 2.000 ríos, los miles de lagos y estanques y los más de 3.000 kilómetros de costa del país indochino.

 

Este dato, calculado tras recopilar datos en varias zonas del país, supera con creces al ofrecido por el Ministerio de Sanidad, que sitúa la cifra en unos 3.000 menores ahogados al año.

 

Durante el examen del programa SwimSafe, alrededor de un centenar de niños espera su turno mientras cuatro o cinco ejecutan los ejercicios que les piden los profesores en la piscina desmontable de apenas un metro de profundidad y 15 metros de largo.

 

Los pequeños, de entre 6 y 12 años, sumergen la cabeza unos segundos, hacen el muerto y consiguen a duras penas completar un largo a crol y otro a espalda hasta que el entrenador da el visto bueno.

 

En las últimas semanas han recibido 20 clases para interiorizar conceptos básicos del comportamiento que deben seguir en el agua, especialmente en caso de emergencia.

 

Tuan Mai, un profesor que lleva implicado en el proyecto desde el principio, trata de imponer cautela entre los recién diplomados, consciente de que un exceso de confianza podría resultar fatal.

 

"Después de recibir el diploma no aconsejamos que se metan solos en ríos o en el mar, sólo podemos enseñar lo básico, pero deberían seguir mejorando", apunta.

 

"La primera vez que vienen tienen algo de miedo porque no están acostumbrados a meterse en el agua, pero pronto se acostumbran. Los padres están contentos de que vengan porque leen muchas noticias sobre niños ahogados", subraya Mai.

 

Pese a que muchos progenitores son conscientes de la importancia de estas clases, algunos sólo las aceptan siempre que no supongan un coste adicional en la matrícula del colegio.

 

"El Gobierno ha querido que las clases de natación fuesen obligatorias en la primaria, pero no es fácil de implantar, la mayoría de los colegios no tienen recursos. Si a los padres les piden algo más de dinero para sufragar las clases, suelen quejarse, no son conscientes de la importancia de que los niños sepan nadar, y también tienen recursos limitados", se lamenta Hoa.

 

Con la colaboración del Gobierno local de Danang, su organización ha conseguido cubrir las necesidades de esta ciudad costera y los alrededores en los últimos cinco años, pero otras zonas del país no corren la misma suerte.

 

En muchas regiones remotas del país la tragedia se repite todos los años, sobre todo en la temporada lluviosa.

 

Con el final del patrocinio del Gobierno australiano para el próximo año, TASC busca fondos para mantener el programa.

 

"Al menos estamos intentando transmitir nuestros conocimientos a organizaciones locales y a las escuelas para que los niños sigan aprendiendo a nadar y evitemos más muertes", dice Hoa. 

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