08 may 2016 , 11:35

De damnificada a voluntaria, la historia de una joven madre manabita

Ana Rocío Cedeño Cedeño, de 28 años, decidió que podía hacer más que lamentar la tragedia.

Ana Rocío Cedeño Cedeño, de 28 años de edad, es una madre de dos niños que vive en la pequeña villa de Matal en Jama, provincia de Manabí. El pasado 16 de abril, su hogar fue completamente destruido tras el terremoto de 7.8 de magnitud que golpeó duramente la costa del Ecuador, y que deja 660 de fallecidos y a miles de personas sin hogar.

 

Se desempeñaba como asistente de docencia y desde ese día, pasó de ayudar a los demás a necesitar ayuda. “Yo estaba preparándome para ir a dormir, cuando todo comenzó a estremecerse. Yo corrí afuera de la casa con toda mi familia”, recuerda.

 

Cientos de miles de personas como Ana Rocío y su familia continúan sin vivienda o algún tipo de refugio. Su historia llega a través de la Cruz Roja Ecuatoriana y es un ejemplo más de la constancia y superación del pueblo ecuatoriano.

 

A pesar de tener que velar por el futuro de su familia, el instinto natural de Ana Rocío de ayudar a los demás sigue con ella. “No podía ver a la gente sufrir e hice lo posible para ayudarles con mis pocos recursos, pero estaba exhausta, ya no podía hacer más. Entonces, escuché que la Cruz Roja podría ayudar. Así que me fui hasta allá y les ofrecí mi ayuda como voluntaria”.

 

Voluntarios de la Cruz Roja Ecuatoriana como Ana Rocío han jugado un rol fundamental en la respuesta al peor terremoto en 40 años que ha vivido el Ecuador. Con su trabajo incansable, han apoyado la distribución de ayuda humanitaria, la promoción de buenas prácticas de higiene, agua y saneamiento, y en la construcción de albergues.

 

“La Cruz Roja ha ayudado a la comunidad de tantas maneras y desde que me convertí en una de sus voluntarias he aprendido mucho”, enfatiza Ana Rocío.

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