26 ago 2016 , 05:01

Una mala semana para Pachakutik

Un análisis de Carlos Rojas sobre las reacciones del binomio rechazado Creo - Pachakutik.

Opinion

Quien desconoce la historia está condenada a repetirla. Esta frase resume la grave situación por la que atraviesa Pachakutik, el brazo político del movimiento indígena, en un momento preelectoral sumamente delicado. 

 

El encuentro de esta semana, entre el líder de Creo, Guillermo Lasso, y el prefecto de Zamora Chinchipe, Salvador Quishpe, no dejó dudas de la profunda debilidad, organizativa y conceptual, del llamado movimiento del arcoíris.

 

Por un lado, sus dirigentes reconocen la necesidad de abrir espacios de diálogo más allá de las fronteras de la izquierda dura, pero cuando estas conversaciones se dan, los conflictos aparecen. Esta vez, en torno a temas que, dada la importancia de los acontecimientos que vive el país, bien podrían ser secundarios. Es decir, el reparto de las candidaturas.

 

A Lourdes Tibán le incomodó más que Quishpe la haya propuesto como compañera de fórmula de Lasso que el propio diálogo con la derecha. 

 

Ese gesto de Quishpe, más allá de su audaz sugerencia, evidenció que la hoja de ruta trazada hace más de un año por la dirigente mestiza Fanny Campos, entonces coordinadora de Pachakutik, no era del todo descabellada.

 

Es como si hubiese presentido que la división interna se iba a acentuar más allá de que la facción de Chimborazo milite en el correísmo desde hace varios años. La dirigencia de Morona Santiago está con la Unidad de Jaime Nebot y, por lo que se vio esta semana, la de Zamora Chinchipe es más próxima a Creo. 

 

Esto de los cismas en Pachakutik no es un hecho nuevo. Desde 1995, cuando el movimiento comenzó su vida política, estuvo expuesto a la presión clientelar de otros sectores de la política. 

 

Cuando la Conaie, la expresión más importante del movimiento indígena, dialogaba con los gobiernos de turno, luego de los contundentes levantamientos que paralizaban al país en los años de Bucaram, Alarcón, Mahuad y Noboa, las presiones eran inmediatas. Los presidentes intentaban dividir a la dirigencia indígena con ofertas, obras, picos y palas, para restarle fuerza.

 

Se sabía que Álvaro Noboa, en sus años de vigor político, aprendió a tratar con los indígenas. Qué decir de Lucio Gutiérrez, quien llegó a la Presidencia con el discurso y las bases de Pachakutik, para –una vez en el Gobierno- alentar su fractura.

 

Desde el año 2003, nada fue igual para los indígenas. Luego vino el correísmo y el fantasma de la división se hizo real. Hoy, esa fractura interna parece profundizarse y no porque “la derecha” haga demasiados esfuerzos por dividir a Pachakutik. Sus dirigentes ya se acostumbraron a esa lógica, más aún en épocas en las que se busca espacios de poder. 

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