11 jun 2018 , 12:09

El yoga irrumpe en espacios inusuales de Guayaquil

Sesiones gratuitas en una cárcel y en distintos parques de la ciudad llaman la atención.

Millones de personas practican yoga en todo el mundo. Se trata de una práctica multicultural y cambiante, pero que muchos consideran elitista. Sin embargo, esta disciplina, Patrimonio de la Humanidad, está irrumpiendo en ciertos espacios inusuales de Guayaquil.

Uno de estos lugares es el Centro de Privación de Libertad Regional Guayas, donde las personas privadas de libertad se benefician de un programa del Municipio de Guayaquil, que inició en enero de 2018, para acceder a clases de yoga.

Los reos que asisten a las sesiones cumplen condenas por asesinatos o violaciones, pero su instructora, Romina Puga, elige obviar su pasado a menos que ellos se lo cuenten. "Yo no sé y prefiero no saber qué han hecho… Así como yo hablo con ustedes igual los trato a ellos", indica la joven madre, embarazada de su segundo hijo. 

Las clases son diarias en el pabellón destinado a las actividades culturales. Según el Municipio de Guayaquil, aproximadamente 240 personas privadas de la libertad se benefician del programa. 

En el pabellón de máxima seguridad, donde permanecen mientras cumplen su condena, existe el sistema de 23 horas dentro y una de patio. Sin embargo, el tiempo de la clase de yoga es adicional a sus 60 minutos de esparcimiento.

Según Puga, esta disciplina les ayuda a manejar la ira y el estrés que provoca el encierro por largos periodos de tiempo. "Ellos están pasando por momentos de estrés. Aparte de lo que ya hicieron, la culpa, la sentencia, los años; no salen, no tienen contacto con sus familiares, con las personas que aman. Por eso les ayuda bastante, no solo a nivel físico sino a nivel mental y espiritual. 

De lo que manifiesta Puga, da cuenta ‘Luis’; un reo que cumple una condena de 7 años. Aún le faltan dos y explicó que las sesiones le dan una posibilidad distraer su mente. "Aquí se sufre bastante, pero vas aprendiendo a controlarte más. Si tú no tienes problemas con nadie, nadie te buscará problema", expresó. 

Por su parte, la directora del centro, Grace Olvera, explica que con la admisión de este tipo de programas se busca bajar los niveles de estrés que generan conflictos internos. "Estamos hablando de un grupo bastante heterogéneo, que por diversos motivos se encuentra acá y que es difícil controlar esos impulsos. Más allá de ello, considero que es importante que otras instituciones se muestren interesadas en facilitar este tipo de proyectos", manifestó Olvera.  

La práctica permite percibir la libertad, por lo menos, mentalmente.

Al aire libre

En el Parque De La Kennedy, al norte, también se hace yoga. Se trata de una alternativa privada a bajo costo como es el caso de los grupos de 15 personas que buscan a un profesor/a, y cada uno le paga $ 1 por la clase de aproximadamente 60 minutos.

También se dictarán sesiones gratuitas como parte del programa 'Yoga en los barrios' de la municipalidad. A través de la iniciativa, se han atendido a 3.125 personas entre niños, niñas y adolescentes, adultos y adultos mayores en distintos lugares de la ciudad. 

Guayaquil cuenta con alrededor de veinte centros donde se imparte yoga regularmente, pero la cifra puede extenderse por la falta de registro de profesores particulares y sesiones privadas. En estos lugares una clase puede costar desde $ 15 y la mensualidad entre $ 70 y $ 120.

Pero,  ¿qué son estas posturas extrañas que llaman la atención de los guayaquileños? En la actualidad existen diferentes tipos y métodos de la disciplina casi innumerables, pero entre los más tradicionales se encuentran: Hatha, Iyengar, Vinyasa, Ashtanga, Ashtanga Vinyasa, Bikram, Bhakti y Anusara.

Existen muchos mitos que se repiten sobre esta práctica, por ejemplo: que es una religión, que solo lo practican las mujeres, que bajas de peso, que las personas con lesiones en la espalda no pueden practicarlo. Sin embargo, los expertos desmientes estas aseveraciones e indican que todos pueden hacer los movimientos físicos para principiantes, aprender a respirar y, finalmente, alcanzar el ansiado estado meditativo de paz.

 

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