12 jun 2014 , 06:12

Irak, sumido en una ofensiva yihadista y en una parálisis política

Los yihadistas controlan importantes zonas del norte del país en su avance hacia Bagdad.

El Ejército de Irak está combatiendo la ofensiva de los yihadistas, que controlan importantes zonas del norte del país en su avance hacia Bagdad, mientras la parálisis política impidió hoy al Parlamento decretar el estado de emergencia.

 

En la ciudad de Tikrit, ubicada a 160 kilómetros al norte de la capital, aviones militares bombardearon posiciones de los insurgentes suníes, como los palacios que han ocupado y que pertenecieron al difunto dictador Sadam Husein.

 

Fuentes de seguridad explicaron que Tikrit, capital de la provincia de Saladino y localidad natal de Sadam, está en manos de los extremistas del Estado Islámico de Irak y el Levante (EIIL) desde ayer, así como otras zonas, como la localidad de Biyi.

 

De esa forma, contradijeron la información proporcionada anteriormente por la televisión oficial, que había dicho que el Ejército había recuperado esas áreas, añadiendo más confusión al respecto.

 

Los ataques aéreos también tuvieron por objetivo puntos de la provincia septentrional de Nínive como su capital, Mosul, tomada el martes por los yihadistas, que están siendo apoyados por combatientes suníes y tribales.

 

El EIIL no ha tardado en empezar a imponer algunas restricciones en Mosul como la prohibición de fumar, siguiendo su interpretación fundamentalista de la ley islámica.

 

Una fuente del Ministerio de Interior apuntó que las fuerzas militares están intentando recomponerse con ayuda de los voluntarios y han entrado en la localidad de Samarra, a 120 kilómetros al norte de Bagdad, que también se disputan las partes en conflicto.

 

Frente a las operaciones de las tropas gubernamentales, los radicales y sus aliados suníes pretenden avanzar no solo hasta Bagdad, sino también hacia el sur del país.

 

En un audio difundido en foros yihadistas, el portavoz del EIIL, Abu Mohamed al Adnani, instó a llegar a Bagdad, que será "la capital del califato islámico" que quieren instaurar en Irak y Siria.

 

Además, amenazó con "ajustar cuentas" con el primer ministro, el chií Nuri al Maliki, en las ciudades meridionales de Kerbala y Nayaf, donde se encuentran los principales santuarios chiíes.

 

La situación de descontrol ha sido aprovechada por las tropas kurdas ("peshmergas") que, además de controlar las fronteras de la región autónoma del Kurdistán iraquí, se hicieron con el dominio de la ciudad petrolera de Kirkuk.

 

Kirkuk, situada a 250 kilómetros al norte de la capital y disputada por los gobiernos de Bagdad y el Kurdistán, fue tomada por los kurdos después de que huyeran de ella el Ejército iraquí y la policía federal.

 

En la provincia homónima, los insurgentes lograron capturar algunas zonas.

 

En esa situación inestable, el ministro para Asuntos de los "Peshmergas" del Kurdistán, Yafar Mustafa Ali, salió ileso de un atentado contra su convoy cuando visitaba a los uniformados en los alrededores de Kirkuk.

 

En la zona de Al Dabes, a 30 kilómetros al noroeste de esa ciudad, otra explosión causó heridas al comandante de la segunda brigada de los "peshmergas", el general Nader Abdalá, y mató a uno de sus escoltas.

 

Pese a este rápido aumento de la violencia, que ha motivado el desplazamiento de medio millón de personas, el Parlamento iraquí fue incapaz de alcanzar el quórum necesario para celebrar la reunión convocada para debatir el estado de emergencia, que Al Maliki solicitó el pasado martes tras la toma de Mosul.

 

Una fuente parlamentaria explicó a Efe que solo 120 diputados -de los 163 necesarios para celebrar la sesión- acudieron a la reunión, en su mayoría pertenecientes a la chií Alianza Nacional Iraquí y a la coalición Estado de Derecho, de Al Maliki.

 

Para decretar el estado de emergencia deberían haber asistido y dado su aprobación al menos dos tercios de los 325 diputados de la Cámara.

 

Esa medida excepcional hubiera otorgado poderes extraordinarios durante un mes a Al Maliki, algo que no parecen aceptar muchos bloques políticos, sobre todo sus rivales suníes, que llevan tiempo denunciando que sufren discriminación y criticando el "sectarismo" del Gobierno.

 

El primer ministro ha instado a la población a responder a los "terroristas" y amenazado con castigar severamente a aquellos militares que renuncien, en su intento de hacer frente a lo que considera una "conspiración".

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